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Fuga La fuga de la cárcel de Zuera delata los recortes en el sistema penitenciario

La escasez de médicos, que se suma a la de funcionarios, forzó un traslado innecesario con un dispositivo de seguridad incompleto por la falta de guardias civiles y que reveló la ineficacia de la privatización parcial de la vigilancia del penal.

La cárcel de Zuera es hoy, con 1.350 reclusos, la segunda más poblada del Estado por detrás de Picassent.

La fuga del recluso Benito Ortiz, que el pasado martes y a sus 61 años se evadió a pie de la macrocárcel de Zuera (Zaragoza) tras saltar una valla de tres metros de altura cuando regresaba de un traslado al hospital, ha delatado las carencias de personal y medios en el sistema penitenciario provocados por los recortes y privatizaciones de los últimos años: la escasez de médicos forzó un traslado innecesario con un dispositivo de seguridad incompleto por la falta de guardias civiles al que se unió la ineficacia de la privatización parcial de la vigilancia, déficits a los que se suma la carencia de funcionarios de prisiones.

Ese mismo cuadro se da en otros penales españoles. Instituciones Penitenciarias, no obstante, considera “irrelevantes para el caso que nos ocupa” esas circunstancias, según señaló un portavoz de la Secretaría, dependiente del Ministerio del Interior.

La cadena de errores que posibilitó la fuga de Ortiz, que posee un largo historial delictivo en el que destacan varios atracos y cuyo primer ingreso en prisión se remonta a 1979, cuando tenía 22 años, comienza a última hora de la tarde del martes, cuando solicita una visita médica por las molestias que sentía en un forúnculo del que había sido operado unos días antes.

No había médico

La atendió una enfermera de la prisión, pero no fue posible que lo hiciera un médico: no había ninguno. Solo quedan en plantilla tres de los ocho que había hace unos años, reforzados puntualmente este verano con otros dos eventuales.

Debido a los recortes, la atención que recibió el reo fue por parte de una enfermera en vez de un médico

La enfermera, ante una consulta que en condiciones normales habría despachado un médico en la enfermería de la cárcel con una desinfección y el suministro de antibiótico, optó por derivarlo al Hospital Miguel Servet, una decisión que las normas penitenciarias reservan a los facultativos.

La gestión de la atención sanitaria a los presos lleva años enfrentando a las comunidades autónomas con el Ministerio del Interior, que en 2012 comenzó a devolver las facturas de las urgencias, hospitalizaciones, diagnósticos, consultas y atención especializada que asumen los hospitales, con un coste superior a los cien millones de euros anuales.

Faltaban agentes para el dispositivo habitual

Ortiz Perea está considerado como un preso con “peligrosidad” por su historial delictivo, aunque no está incluido en el FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento) ni ha protagonizado altercados en prisión. Sin embargo, la falta de agentes de la Guardia Civil, varios de los cuales estaban atendiendo otro traslado hospitalario, hizo que se encargaran de custodiar el suyo solo dos agentes de la Guardia Civil, en lugar de los tres que suelen hacerlo cuando se trata de reclusos con perfil de riesgo.

La falta de agentes operativos propició la huida del preso

La plantilla de la Guardia Civil en la cárcel de Zuera se ha visto mermada en los últimos años, como ha ocurrido en general en el instituto armado, al que le faltan 11.000 agentes para completar su plantilla, hasta reducirse en la práctica en una veintena de miembros.
A esta circunstancia, que ha hecho que en ocasiones hubiera un único agente dedicado a tareas de vigilancia en el penal por estar el resto atendiendo traslados y otras incidencias, se le suman la ausencia de un tercio de los efectivos por vacaciones y los desajustes que genera la compensación de la pérdida de libranzas por, precisamente, esa carencia de efectivos.

“La falta de plantilla es evidente, la precariedad y los recortes están haciendo saltar por los aires la seguridad”, señalaron fuentes policiales.

Saltar una valla de tres metros con 61 años

Ortiz Perea, que recibió el alta tras una breve atención en el Miguel Servet ante la escasa gravedad de su molestia, hizo el viaje de ida y vuelta con una de sus manos esposada a la camilla de la ambulancia.

En el trayecto de regreso, en un vehículo en el que no viajaba ningún funcionario ni personal sanitario de la cárcel, ya fuera por no considerarse necesario o porque la ausencia de un médico impidiera, como exige la vigente Instrucción 7/2009 de Instituciones Penitenciarias, recomendarlo, consiguió soltarse los grilletes con la mano libre para esperar al momento más propicio para su fuga.

El reo se fugó entre que se abría la segunda puerta y se cerraba la primera después de haberse soltado de los grilletes

Este llegó cuando la ambulancia, escoltada por el coche policial, se detuvo en el acceso al presidio, mientras se cerraba la puerta exterior y a la espera de que, después, comenzara a abrirse el que franquea la entrada.

En ese momento salió de la ambulancia, que según las distintas fuentes consultadas carecería de cierre centralizado o si lo tenía no había sido activado, y saltó la primera puerta, de tres metros, para, ayudado por la oscuridad de las tormentos de esa noche, desaparecer corriendo por los descampados que rodean el penal.

Uno de los dos agentes había bajado del coche para dirigirse a entregar las armas de la pareja, con las que no pueden entrar en el recinto penitenciario. El otro y los funcionarios de prisiones tuvieron que esperar alrededor de dos minutos para salir tras él: lo que tardó en abrirse la segunda puerta, volver a cerrarse y mover de nuevo la primera. Para entonces, cosas de los protocolos de seguridad, ya había desaparecido.

Vigilancia perimetral privatizada

“El preso no llegó a ser devuelto y entregado a la Administración penitenciaria, que es cuando la custodia finaliza”, admiten fuentes policiales.

Sin embargo, no es ese el único aspecto cuestionable del dispositivo de traslado al hospital, algo cada vez más frecuente en Zuera por su elevada población (custodia 1.350 reclusos, una cifra solo superada por Picassent, y ha llegado a 1.800) y la carencia de médicos, que deja el centro sin atención por la noche. El último año hubo alrededor de 4.800 conducciones de carácter sanitario, casi cuatro por preso, principalmente por la confluencia de ambos motivos.

Benito Ortiz saltó una valla de tres metros para escapar de la cárcel de Zuera tras soltarse los grilletes y salir de la ambulancia.

Benito Ortiz saltó una valla de tres metros para escapar de la cárcel de Zuera tras soltarse
los grilletes y salir de la ambulancia.

La fuga se produjo en el perímetro de la prisión, cuya vigilancia fue privatizada, como en buena parte de las prisiones españolas, por el Gobierno de Mariano Rajoy.

Esa privatización incluye algunas lagunas, que quedaron de manifiesto en la fuga de Ortiz, como el hecho de que los vigilantes carezcan prácticamente de competencias y permanezcan en las garitas y en la sala de control del sistema de videovigilancia. Paralelamente, al perder su responsabilidad, la Guardia Civil ha suprimido las rondas con coches patrulla por el exterior del recinto.

“Cuando se recorta pasan cosas, como se ha visto ahora”

“Tenemos clara la falta de efectivos en la plantilla de funcionarios, de médicos y de guardias civiles del centro penitenciario de Zuera”, señalaron fuentes del sindicato ACAIP (Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias), que cifraron en 54 las plazas de vigilancia que permanecen sin cubrir en la cárcel zaragozana.

“Hay quien piensa que cuando se recorta no pasa nada; y sí que pasa, como se ha visto ahora”, anotaron.

Desde Instituciones Penitenciarias, por su parte, consideran “indiferente el número de médicos que haya en el centro, porque era una atención que requería salir al hospital. No era una consulta normal ni estaba programada”.

“Esas críticas no tienen sentido”, añadieron, ya que la fuga se produjo durante el traslado, para el que “el interno se le entrega a la Guardia Civil, que debe custodiarlo y volver a entregarlo al regresar. Los funcionarios de prisiones no intervienen en el traslado, su labor se realiza de puertas para adentro del centro”.

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