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Redes Sociales Deja el móvil, que te estoy hablando

Las redes sociales han saturado a muchos usuarios, que acaban por abandonarlas. Psicólogos, sociólogos y médicos aseguran que la moderación es la clave. 

Ilustración que demuestra la tensión que generan las redes sociales./Ijmaki

Todo el mundo tiene un amigo que se resiste a ser digital. Un amigo al que incluso el Whatsapp le dio pereza y, a modo de protesta, se niega a ponerse foto de perfil. Como su avatar está vacío, muchos piensan que su vida también. No sube fotos de lo que come ni comparte noticias que lee. Pero contra todo pronóstico, sigue vivo y tiene vida social, que no es lo mismo que redes sociales. 

La vida al margen de las nuevas tecnologías sigue existiendo y hay quienes se niegan a cruzar el umbral hacia el streaming. Psicólogos, sociólogos y médicos guardan diferentes posturas sobre los hábitos de consumo, pero todos están de acuerdo en un punto: El consumo tiene que ser responsable.

Recientemente han empezado a florecer síndromes debidos a estar 'todo el día pegado a la pantallita', como diría un abuelo. El síndrome FOMO consiste en sentir que cualquier vida que ves por Twitter o Instagram es más interesante que la tuya, lo que acaba por generar la necesidad de no perderse nada de lo que pasa en redes. Tal vez, como respuesta a esta sensación, se inventó el postureo. 

A.H. y J.B., dos chicos de 26 años, no usan ninguna red social. Confiesan que sin Whatsapp se sentirían totalmente "desconectados" de su entorno, pero con las demás aplicaciones no quieren comulgar. "No tengo ningún afán por exponer mis pensamientos ni mis fotos, pero es que además no me interesa lo que piense la gente", dice J.B.

"No tengo ningún afán por exponer mis pensamientos ni mis fotos, pero es que además no me interesa lo que piense la gente"

"En su momento sí me hice Tuenti, pero porque un día mis amigos me llamaron al telefonillo para que bajase y no recordaba haber hablado nada. Entonces me dijeron que habían quedado por Tuenti", confiesa A.H. Estos dos millenials son una excepción en una generación que usa en un 89% Facebook y casi en un 50% Twitter e Instagram. Uno de los entrevistados es ingeniero y tiene trabajo, pero no tiene perfil en LinkedIn: "Pero, ¿para qué sirve eso exactamente?", dice el joven. Nadie sabe qué responderle. 

Néstor Fernández, de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de México, entiende que las nuevas tecnologías están "satanizadas" desde 2013: "Cuando el teléfono llegó a mi casa, mis padres decían que abusábamos de él", dice Fernández, que defiende que los jóvenes se adaptan a su entorno, mientras que los adultos tienen reticencias. Defiende a capa y espada el uso de las tecnologías: "Antes te decían que el océano era inmenso y te lo tenías que imaginar. Ahora tienes Google Earth", argumenta el profesor de psicología. Sin embargo, sí reconoce que hay quienes sufren trastornos, poniendo el foco en la nomofobia, el miedo a salir de casa sin el teléfono. 

Las redes sociales y la depresión

Una leyenda urbana que siempre se dice sobre las redes sociales es que generan depresión y ansiedad y María Salmerón, doctora de la Unidad de Medicina de Adolescencia del Hospital de La Paz, confirma que ciertos casos guardan relación: "Hay factores predisponentes y otros perpetuantes, y la depresión y la ansiedad con las nuevas tecnologías se pueden convertir en refugio y en desencadenante. Son vasos comunicantes", asegura Salmerón. 

La depresión, la ansiedad y las redes sociales son vasos comunicantes

Esta relación entre nuevas tecnologías y trastornos mentales es difícil de contrastar con datos totales, pero en España el consumo de antidepresivos sufrió un incremento del 200% entre el 2000 y el 2013, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Desde 2016, España es líder en Europa en cuanto a consumo de Lorazepam (Orfidal) y Bromazepam (Lexatin), que contienen benzodiazepinas, para reducir la ansiedad. Enrique Echeburúa, profesor de la Universidad del País Vasco, comenta en un artículo que la cautela es la clave para evitar desórdenes: "El abuso de Internet puede ser una manifestación secundaria a otra adicción principal (la adicción al sexo, por ejemplo) o a otros problemas psicopatológicos, tales como la depresión, la fobia social u otros problemas de tipo impulsivo-compulsivo". 

Los que rechazaron las redes

Hay una generación nacida a principios de los 80 que ya en su madurez empezó a disfrutar de las redes sociales. Actualmente, existe una tendencia que indica que poco a poco Facebook empieza a perder usuarios, pero además no capta a los más jóvenes. 

P.G., de 44 años, fue aparcando poco a poco Facebook debido a su política de privacidad y, con el tiempo, viendo lo poco que le aportaba, acabó abandonando la plataforma: "Gente de cuando estudié la EGB me encontró, y eso no me gustó nada", nos comenta. "Me venía bien para acordarme de las fechas de cumpleaños, pero poco más. Además, prefiero la mala leche de Twitter", declara. 

"Facebook este año ha ganado más dinero en publicidad que Google"

Pedro Luis Rojas Aguado, consultor en The Plan Company, no es alarmista con el estado actual de Facebook: "La pérdida de usuarios es un síntoma, pero no resultado. Es el síntoma de que no hay tanto tiempo para gestionar redes sociales. Facebook se ha quedado como un elemento residual, y la gente se pasa a Instagram" dice el consultor. Sin embargo, la empresa de Zuckberg sigue haciendo el negocio redondo: "Facebook sale ganando porque Instagram es de Facebook, y ellos han buscado ese trasvase de usuarios. Además, si miras los datos, Facebook este año ha ganado más dinero en publicidad que Google, así que esa crisis no es tal", comenta. Sin embargo, el futuro no parece halagüeño para esta red social: "La próxima generación no usará Facebook", sentencia Rojas.

El consumo de los hijos que imitan a los padres

Dicen que los padres ya no regañan a sus hijos cuando se portan mal, cuando molestan durante una cena de amigos o cuando dan la lata en la cola del supermercado. No es propio de familias modernas alzar la voz en grito; lo propio es darles una tableta, ponérsela a 20 centímetros de la cara y que se sumerjan en vídeos de YouTube.

Esto, además de constatados problemas en el desarrollo de la vista o de generar problemas de comunicación, María Salmerón no duda en denominarlo como adicción, aunque tiene claro el foco del problema: "Creo que viene determinado por el uso que hace el adulto. Debe ser una parte más del ocio pero debe tener un horario, supervisarse y tener tiempo en familia sin el uso de pantallas", argumenta la médica. 

"El efecto que provoca un dedo deslizándose por una pantalla y que ésta responda es lo que atrae a los niños"

El profesor Néstor Fernández cree que el consumo exagerado se debe a una cuestión de la edad: "Los pequeños no se cansan", asegura, mientras que los adultos a cierta hora empiezan a notar el agotamiento. "El efecto que provoca un dedo deslizándose por una pantalla y que ésta responda es lo que les atrae realmente", asegura Fernández.

Hay dos maneras de proyectar e imaginar a aquellos que no quieren entrar en el mundo virtual. Seguramente muchos se crean como Asterix y Obelix, resistiendo en su pequeña aldea al incansable Imperio Romano. Pero otros les ven como Michael Scott, el protagonista de The Office, un tipo que se niega a digitalizar su negocio de venta de papel, alegando valores que en realidad ocultan su incapacidad para comprender y usar un ordenador. 

Algo que es irrefutable es que hay ciertas frases al hablar de las nuevas tecnologías que podrían confundirse con el consumo de alcohol: "Hay que usarlas con moderación" o "hay que vigilar el consumo en adolescentes" son oraciones que indican que, al menos, son campos en los que hay que pisar con cuidado. 

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