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El antirracismo marca la huelga feminista del 8M

Las feministas celebran la integración de otras sensibilidades y marcan su propia agenda más allá del paso de los partidos políticos.

Manifestación del 8M en 2017 (Madrid) MANOLO FINISH

ESPERANZA ESCRIBANO

Alexandra Rodríguez descuelga el teléfono en Berlín. Está allí invitada por las asambleas feministas alemanas que organizan su primera huelga feminista y quieren beber de la experiencia española.

"Esta internacionalización y el antirracismo son lo más importante que ha pasado este año", cuenta emocionada una de las portavoces de la Coordinadora de la Vaga Feminista en Catalunya. La huelga del 8 de marzo de 2018 fue el pistoletazo de salida de un movimiento feminista que volvía acoger fuerzas, continúa conociéndose este año y prepara una huelga con la que hacer historia de nuevo.

La expansión internacional no sería posible sin la red intergeneracional que se ha tejido durante este año. Con la preparación de la huelga del 2018, las diferentes asambleas del Estado español empezaron a conocerse. Y en esa puesta en común muchas feministas jóvenes conocieron a compañeras de 60 años, que a su vez les presentaban a otras de otros países a las que habían conocido en luchas de mujeres en los últimos 40 años. Y ellas, a su vez, a más feministas jóvenes. El movimiento ya ha viajado a Inglaterra, Francia, Suiza o Austria.

La coordinadora de la vaga feminista en Catalunya celebra la inclusión de nuevas compañeras y alianzas con el resto de movimientos. “Este año el antirracismo ha estado en el corazón de la huelga en todo momento”, explica Rodríguez, que reconoce que el año pasado el movimiento era más privilegiado “sin querer”. Para 2019 ha aprendido que no es que tenga que haber una comisión de migradas, sino que la lucha contra el racismo está en el centro de la huelga.

El movimiento feminista crece

"Se ha avanzado mucho y se nota" expresa Miriam Hatibi, activista feminista y musulmana. Cree que al menos una parte del feminismo se ha dado cuenta de que no estaba siendo tan inclusivo. También ve el mayor progreso en que se han creado espacios seguros en los que las feministas pueden estar cómodas, debatir, sensibilizarse y aprender las unas de las otras. "Eso ha sido muy bonito y muy chulo", sonríe.

"El feminismo, como dice Angela Davis, al final lo cambia todo" recuerda. Porque nadie dice que el feminismo no pueda ser racista, islamófobo, homófobo o tránsfobo, “pero desde el movimiento se replantean muchas situaciones y hay espacios muy seguros que van a la raíz, a la estructura”, explica Hatibi, “y cuando quieres alterar lo que va mal, a la larga topas con el antirracismo y con el feminismo”. La activista sostiene que analizar las opresiones a las que se somete a las personas acaba llevando sí o sí a uno de estos movimientos y al final, estos se unen.

Brigitte Vasallo, escritora feminista y LGTB, cree que el año pasado hubo un punto de inflexión en cuanto a participación y visibilización feminista y opina que el objectivo de este año es que "el 8 de marzo sea reconocido como antirracista". Se lo lleva más allá: "en Europa la línea urgente es el racismo, la violencia que intersecciona con el género está afectando a un mayor número de mujeres y es la más invisibilizada desde los espacios de poder tradicionales que tienen gran resistencia a entender la intersección entre género y racialización". Es para ella la gran urgencia.

¿Catalunya es un oasis?

En el movimiento feminista catalán hay más presencia de esas diversidades que han dado en transformar el Feminismo en Feminismos. Las trabajadoras sexuales forman parte de las asambleas desde hace tiempo, algo que no sucede así en la mayoría de territorios del Estado. “En Barcelona se ha tratado sobre todo de que las mujeres estuvieran cómodas y no tanto de señalar lo que es buen o mal feminismo” relata Hatibi. Es un punto importante viniendo de una activista feminista y musulmana que ha recibido críticas por llevar el velo. “Pero expulsar a mujeres porque no estás de acuerdo con su opción no sé si es feminista”, zanja.

Alexandra Rodríguez, que vino de Madrid a Barcelona también se sorprendió del “espacio social súper abierto” que había en el feminismo catalán. Le pareció “alucinante” trabajar con tantas mujeres tan diferentes. Y eso ha contribuido a ampliar las demandas del movimiento e incorporar otras luchas en lo que es todo un cambio de paradigma: del derecho a la vivienda a la soberanía energética, todas las iniciativas sociales se incorporan a las reivindicaciones de las mujeres.

El Ayuntamiento feminista

Parte del oasis lo fecunda un consistorio en el que todos los miembros del gobierno se declaran feministas. Aunque una buena parte de su trabajo, como corresponde a realidades invisibilizadas hasta ahora, no se ve. “El número de mujeres ocupadas ha aumentado un 7,87% desde 2015” asegura Marta Cruells, asesora de igualdad de género y LGTBI en el Ayuntamiento de Barcelona. El ejecutivo ha puesto en marcha programas de formación y asesoramiento que han permitido mejorar la vida laboral de 55.600 mujeres en cuatro años.

Hasta la llegada de BComú, el Ayuntamiento tenía un programa de liderazgo para empresarias y este ejecutivo lo ha cambiado para que se dirija a las profesionales. “No hay que gobernar sólo para la élite y las más vulnerables, hay muchas otras mujeres en clases intermedias que hasta ahora no tenían ninguna promoción desde el ente público”, desgrana la asesora.

En la contratación se han incluido más de 200 cláusulas de género que puntúan para que una empresa o proyecto sea adjudicatario de subvenciones. “En estos cuatro años hemos conseguido que el 70% de candidaturas incluyan iniciativas de género” cuenta Cruells. Si se le pregunta qué porcentaje había antes, no hay respuesta: hasta 2015 no hubo ni una sola referencia a la desigualdad de las mujeres en los pliegos de los concursos.

¿El cambio está solo en el discurso?

Sí y no. En ese terreno, el Ayuntamiento ha puesto las semillas de muchos cambios pero Cruells estima que hasta pasados siete años no se completará la transformación que las políticas de género han iniciado. “Por ejemplo, nos hemos acercado a la comunidad de mujeres chinas, algo que era totalmente desconocido para la institución hasta ahora, y estamos aún conociendo sus realidades”, argumenta.

Hatibi cree que hay cambios más allá del narrativo porque a nivel social ahora se denuncian actitudes machistas que van desde el mal llamado piropo a los anuncios en los que la mujer es un objeto y que hace años "hubiéramos pasado por alto". Pero la activista coincide en que ahora lo más importante ha sido crear conciencia y que eso se traducirá en acciones más profundas a la larga. Temas como si las mujeres religiosas tienen espacio o no en el feminismo son debates aún actuales, para hacerse una idea del progreso.

El avance de la extrema derecha

Algo que no existía hace un año era la posibilidad real de que un partido de extrema derecha entrara al gobernar las instituciones de todas. A Hatibi no le preocupa en exceso porque “es una opinión que siempre ha estado ahí pero se visibiliza ahora como partido político”. Además, su irrupción en el debate público "hace más difícil no posicionarse como feminista porque al final te quedan pocas opciones". Y zanja el debate con un "si les parecemos un amenaza es que algo estamos haciendo bien".

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