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Barrio de Malasaña Ayuntamiento y vecinos suman esfuerzos para frenar el deterioro del emblemático barrio de Malasaña

La nueva comisionada municipal para el barrio de Malasaña, Mar Barberán, se compromete con los vecinos de la zona a controlar el botellón y a que puedan pasear por la calle sin malos olores ni basura.

Miembros del movimiento vecinal SOS Malasaña. Foto SOS Malasaña

Manuel Tapia Zamorano

Malasaña, uno de los barrios más emblemáticos de Madrid, se ha convertido desde hace años en un espacio hostil para los vecinos. Los excesos del botellón y el ocio nocturno impiden a los residentes descansar por la noche, y les obligan a pasear por las calles sorteando los cristales y la basura acumulada el fin de semana y a ponerse tapones en los oídos si quieren leer un libro o ver un rato la televisión.

El problema viene de lejos, pero el Ayuntamiento de Madrid parece que quiere poner freno a esta situación y, en colaboración con los vecinos, está decidido a poner en marcha un plan de choque que les ayude a vivir en un ambiente de convivencia pacífica e integradora, mejorando su bienestar y su calidad de vida.

Uno de los pilares de ese plan es el reciente nombramiento por parte de la alcaldesa, Manuela Carmena, de una comisionada municipal para el barrio, Mar Barberán, que será la interlocutora directa de los vecinos para recoger sus quejas y demandas.

La comisionada se ocupará de coordinar los distintos servicios municipales para solucionar esos problemas, así como de proponer medidas preventivas y de sensibilización tendentes a cambiar hábitos de conductas incívicas.

No es un marrón

En declaraciones a este diario, Barberán cree que su elección como comisionada no es un marrón sino un reto personal y profesional, y un desafío para demostrar que el Ayuntamiento escucha a sus vecinos, demostrándoles que los servicios municipales pueden funcionar bien y ser ágiles, dentro de los márgenes legales en los que puede trabajar.

Tras conocer todos los estudios y estadísticas necesarios para tener una visión global del barrio, Barberán se propone intensificar las medidas de prevención y control necesarias para restablecer la seguridad, limitar el ruido y hacer cumplir la normativa municipal en limpieza, ruido, licencias de locales, consumo y venta de alcohol.

Efectos de una noche de botellón en Malasaña. Foto Jordi Gordon

Efectos de una noche de botellón en Malasaña. Foto Jordi Gordon

“Se trata”, asegura la comisionada, “de utilizar las herramientas de las que dispone el Ayuntamiento para mejorar la calidad de vida de los residentes, restablecer sus derechos y hacer que Malasaña sea sostenible y habitable”.

El turismo joven que no respeta el entorno y se aloja de forma masificada en viviendas de uso turístico, el ocio nocturno que consume alcohol en la calle, la venta ilegal de alcohol a través de lateros y las tiendas que venden alcohol más allá de las diez de la noche, cuando está prohibido, son, a juicio de Barberán, los principales problemas del barrio.

Los establecimientos que funcionan ilegalmente porque al estar en una Zona de Protección Acústica Especial (ZPAE) no pueden obtener licencia de bar especial y lo hacen; los locales que se dan de alta como barra de degustación y funcionan como bares, incumpliendo la normativa exigida, los afters, que están prohibidos, y la acumulación de personas en las puertas de los locales tirando basura, haciendo sus necesidades en la calle y aumentando los niveles de ruido, son, a su juicio, otros motivos de conflicto.

Estar a la altura

Barberán se siente satisfecha por la acogida que ha tenido entre los vecinos. “Por lo menos”, subraya, “es lo que me han demostrado cuando he paseado por Malasaña para conocer in situ los problemas, y cuando me he reunido con ellos para tratar todos los temas que les preocupan. Han mostrado su agradecimiento por adelantado y espero que tanto yo como la Administración municipal estemos a la altura de dar la respuesta esperada y cumplir las expectativas”.

En este sentido, el portavoz del movimiento vecinal SOS Malasaña, Jordi Gordon, ha asegurado a este diario que los residentes han saludado que tanto la alcaldesa como la comisionada se hayan puesto “manos a la obra” para hacer frente al deterioro del barrio.

“Para nosotros es muy importante el hecho de que el Ayuntamiento reconozca el problema, de que acepte que tiene que haber un plan de choque y de que sea coordinado por una comisionada que tiene el absoluto respaldo de la alcaldesa y puede movilizar las diferentes áreas municipales. Eso es una grandísima oportunidad de que cambien las cosas”, indica Gordon.

Imagen del ocio nocturno en Malasaña. Foto Jordi Gordon

Imagen del ocio nocturno en Malasaña. Foto Jordi Gordon

En su opinión, cambiar la realidad de un barrio como Malasaña no es tan sencillo, pero existen prioridades como la de controlar el botellón, que ocasiona numerosos daños en la zona. “La concentración a partir de las siete de la tarde de un millar de personas en la plaza del Dos de Mayo, que luego se instalan por todas las calles adyacentes, con el consiguiente ruido infernal y los problemas de latas, pintadas y orines en las vía pública evidencia la urgencia de atajar este problema”.

Barberán reconoce que una de las primeras exigencias de los vecinos ha sido precisamente controlar el botellón. “Y no sólo en las tres plazas que hay en el barrio, Dos de Mayo, San Ildefonso y El Rastrillo”, aclara, ”sino también en las calles que confluyen con estas plazas, como Velarde, Espíritu Santo, Jesús del Valle, Pez o San Vicente Ferrer, en las que centenares de personas consumen alcohol, generando ruido y ensuciando la calle”.

1.300 inspecciones

El portavoz vecinal confiesa que durante las últimas semanas, y fruto de sus reuniones tanto con los responsables de la Junta de Distrito como con la comisionada, se han cerrado varias barras de degustación, se han hecho 1.300 inspecciones a pisos turísticos, se ha expedido una orden de cese de actividad a casi un centenar de ellos y se han incrementado las sanciones por consumo y venta de alcohol en la calle.

Malasaña, que alberga a una población de cerca de 33.000 personas y concentra más de 700 bares, no tiene como problema exclusivo el botellón, según Gordon, quien apunta también los “desahucios invisibles”, aquellos en los que los caseros piden a los inquilinos 1.500 euros en lugar de los 800 que pagaban, o simplemente les comunican que no se renueva el contrato, lo que les obliga a marcharse del barrio.

“En Malasaña están disminuyendo las familias con niños y la gente mayor se hace invisible también en este maremágnum”, afirma Gordon

“En Malasaña”, explica, “hay una gran población de norteamericanos, estudiantes Erasmus y muchos turistas. Todo eso está modificando la población del barrio. Están disminuyendo las familias con niños y la gente mayor se hace invisible también en este maremágnum”.

Problemas como los descritos por Gordon y otros más genéricos como el ruido, la suciedad, la inseguridad y los comportamientos incívicos figuran en la mesa de la comisionada municipal, quien confía en que su gestión ayude a mejorar la situación.

Barberán sueña con conseguir un entorno urbano muy distinto al actual, que recupere su condición de barrio emblemático, histórico y con un patrimonio artístico y arquitectónico que hay que preservar.

“En sus calles”, añade, “se vive la historia de Madrid, se puede disfrutar del arte barroco, de sus iglesias, de un comercio con glamour, de un ambiente agradable y acogedor, sobre todo durante el día, que es el que hay que promover y recuperar. Un barrio tranquilo, un ambiente calmado donde existan tiendas con encanto y atractivo que generen desarrollo económico en total respeto a sus habitantes”.

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