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Los "mocosos antifas de negro" reinventan la acción directa para burlar al sistema

La 'insurgencia' lleva años buscando alternativas a las viejas tácticas obreras.

Los anarquistas se reinventan. En la imagen, antifas de Portland tapan encapuchados los socavones de las calles

"Esas pequeñas bandas de nudillos destructivos que se dicen anarquistas han sido la ruina de las protestas de Ocupa Wall Street de esta primavera", escribía hace siete años el periodista David Horsey en The Angeles Times. Para añadir a renglón seguido en tono de regañina, "el pasado 1 de Mayo, los 'mocosos de negro' [variante libre del castizo 'perroflauta'] destrozaron escaparates, abollaron coches y pelearon contra la policía en las calles de Seattle. Sus payasadas atrajeron la atención de miles de manifestantes que podrían haber tenido cosas serias que decir acerca de la división entre pobres y ricos".

Contra todo pronóstico, Horsey no se limitaba a estigmatizar y a caricaturizar al movimiento antifascista con los clásicos estereotipos sobre sus 'desvaríos violentos' o con un análisis superficial de su naturaleza y objetivos basado en el remedo que pergeñaban sus prejuicios. Eso también, desde luego, pero además trajo de vuelta a Emma Goldman para apuntalar sus tesis de que, definitivamente, el movimiento antifa norteamericano era el caldero 'pop' donde se había disuelto la causa original (anarquista) en la dinámica dadaísta de golpear la propiedad en un sentido literal sin grandes fines conocidos (más allá de proyectar la ira). "Estos anarquistas de hoy en día son un grupo tan ridículo que su destrozar y destrozar no inspira más que molestia y burla", escribía. "El anarquismo ya de por sí tiene mala fama pero estos payasos sólo degradan todavía más el término". No había menciones en su artículo a las andanadas de miseria que atronaban Italia, Francia y Grecia y que habían dado aliento, por ejemplo, a eso que algunos llaman el Triángulo Anarquista del Mediterráneo.

Por el modo en que se ensañó con los 'mocosos', se diría que a Horsey le alcanzó una pedrada antifascista en la cabeza mientras paseaba por algún boulevar de Oakland. Pero había algo más, una liviana reflexión acerca de si, en verdad, los viejos métodos de acción directa utilizados por las milicias callejeras eran capaces de llevar hasta la gente alguna clase de mensaje político entre los renglones torcidos de las pelotas de goma de los antidisturbios, además de justificar la ulterior represión policial y todas las andanadas mediáticas del entorno ideológico ajeno a los puntos de vista de esos antifascistas, al margen de que muchos de ellos, en su versión más freak y norteamericana, se vistan para el frente en Amazon.

Quemando neumáticos

O en otras palabras: ¿todavía sigue funcionando lo de prender neumáticos en los contextos geopolíticos occidentales?; ¿conservan aún las viejas puestas en escena obreristas a las que se sigue aferrando una parte de la disidencia la capacidad de socavar la narrativa oficial?; ¿no sería preciso y conveniente reinventar las herramientas de comunicación política para zafarse del rodillo de la Prensa mainstream?

Definitivamente, la respuesta casi unánime a esa última pregunta es "sí" incluso o sobre todo en los ámbitos del supremacismo blanco. Y el asunto no viene de anteayer porque el propio Kropotkin comenzó a albergar dudas a finales del siglo XIX sobre si la llamada "propaganda por el hecho o por el acto" [por el acto, por ejemplo, de cometer un tiranicidio o quemar contenedores] era en verdad útil a sus propósitos. "Una estructura basada en siglos de historia no puede ser destruida con unos cuantos kilos de explosivos", dejó escrito en La Revolte, tal y como recogen Ángel Herrerín López y Juan Avilés Farré en su libro "El nacimiento del terrorismo en Occidente".

Lo cierto es que la acción directa sigue formando parte esencial de cualquier grupo de disidencia que se oponga a las componendas reformistas. Al igual que Errico Malatesta, los partidarios de esta vía creen que la palabra no basta para atraer hacia su lucha al pueblo. El italiano no se refería, de cualquier modo, a atentar contra la vida, sino a la alteración de ese orden (que cuestionan los libertarios) mediante manifestaciones o motines que confronten a la autoridad (a la que no se sometían ni someten).

Y de muestra, un botón. Hace justamente una semana, treinta antiespecistas se encadenaron en la población aragonesa de Binéfar junto a un macromatadero promovido por un presunto criminal italiano actualmente en prisión para protestar "por la brutalidad que se practica en estos grandes nodos de holocausto porcino". Entre otras cosas, exigían a los 'notables socialistas' de la localidad que esclarezcan sus vínculos y los de algunos de sus funcionarios con el supuesto delincuente. Meat is murder.

El ADN del periodismo

Las fotos de esa acción no lograron ir mucho más allá de su página de Facebook y hubo de esperar a que, de acuerdo al testimonio de las víctimas, una banda de matones pusieran en riesgo sus vidas al grito de "Viva Vox" y "Viva España" para que, por un minuto, atrajeran la atención mediática. La excepcionalidad y el impacto forman parte del ADN del periodismo, tanto o más que la censura sistemática de cuanto se considera inconveniente, por seguir con ese ejemplo, para una Prensa regional participada por la misma banca que concede créditos a las granjas o la propia industria cárnica que devasta Aragón con los nitritos de sus macromataderos.

Y por si eso no fuera suficiente, sus mentores políticos tradicionales -una coalición de izquierdas que gobierna el pueblo junto al PSOE- se han aliado incomprensiblemente con el proyecto promovido por Piero Pini, actualmente encarcelado. Lo más sorprendente del asunto es que la Falange Auténtica sí ha utilizado cartelería en contra de las granjas para vender su oferta electoral en un nicho que antes era monopolio de la izquierda.

"¿Cómo romper, entonces, el blindaje? ¿Cómo alcanzar al pueblo, fuera de las pocas vías que ofrecen los medios libres?", se preguntaban, de hecho, alguno de los activistas. "Yo no soy muy de ositos ni de puestas ingeniosas en escena. Soy más de la vieja escuela y, definitivamente, funciona", nos dice en un contexto diferente al de ese controvertido proyecto empresarial un anarquista catalán curtido en la liberación y okupación de espacios.

La vieja escuela barricaba

La vieja escuela barricaba y liberaba; la nueva, entre otras cosas, organiza vigilias junto a lo que ellos consideran "campos de exterminio". Es decir, se acercan a los mataderos para darles agua a los sedientos animales y mostrarles el respeto que les niegan quienes los cosifican y convierten en unidades de producción. Tienen la esperanza de persuadir a los carnívoros de que los cerdos son seres de una extremada complejidad emocional, lo que hace aún más conmovedor el que se les someta a torturas y malos tratos indecibles antes de ser fundidos por una descarga eléctrica en el nombre del progreso, de ese tipo de progreso, que patrocinan políticos como el socialista Javier Lambán, principal padrino político del proceso de granjificación que está devastando los acuíferos aragoneses. Los antiespecistas recalaron ya en Kutno (localidad polaca donde se hallaba el matadero trasladado a Aragón) y en el resto de los grandes centros de sacrifidio europeos y registraron en vídeos del Youtube las profundas miradas de inteligencia y de dolor de los cerdos a puntos de ser asesinados en las cadenas de producción de presuntos criminales como Piero Pini, investigado por estafa.

2.	Ositos de peluche y hombres de Lego fueron utilizados contra Putin y Lukashenko, en Rusia y Bielorusia

Ositos de peluche y hombres de Lego fueron utilizados contra Putin y Lukashenko, en Rusia y Bielorusia

Ello no quiere decir, en todo caso, que los ositos no funcionen. Por esas mismas fechas por las que el mentado Horsey cargaba contra los antisistema de Seattle, un avión fletado por una agencia publicitaria sueca lanzó en paracaida sobre Minsk varios cientos de osos de peluches con mensajes donde se exigían cambios democráticos. Más de veinte días tardó la dictadura en reconocer el incidente, pero se supo con certeza que la "acción" enfureció al presidente Alexander Lukashenko. Medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de ello, y por añadidura, situaron en el mapa la única ex república soviética donde todavía se conserva intacta la simbología de la URSS. Hace sólo unos días, ese mismo tirano ordenó retirar las cruces que homenajeaban a las víctimas de Stalin.

Peluches contra el Kremlin

Recogiendo el testigo de los suecos, varios jóvenes bielorrusos llenaron también en 2012 los parterres de la capital del país de peluches con carteles apelando a la liberación de los presos políticos. Algunos, como Padel Vinogradov, terminaron arrestados, pero los disidentes, nuevamente, habían conseguido el objetivo de sacarle los colores a la dictadura. "No tengo nada que deciros", nos dice Pavel desde Bielorrusia mientras nos proporciona algún contacto. Nadie desea hablar. Es obvio que nada ha cambiado en el país y que la oposición sigue amordazada por su brutal policía. Antes que en Minsk, un procedimiento de protesta similar se había ensayado contra Putin en la ciudad rusa de Barnaul. Siempre quedó la duda de si el lanzamiento de peluches en Minsk no estuvo patrocinado por la CIA, en la línea de las acciones con las que trataba de alejar a las repúblicas eslavas del oso ruso.

Cinco años después de los hechos mencionados, un grupo internacional de anarquistas que combatía en el norte de Siria organizó su propia campaña contra Lukashensko mediante un vídeo, de la vieja escuela, en la que acribillaban a disparos de kalashnikov una foto del tirano, todo de acuerdo a la clásica escenografía y el clásico discurso sesentero de los movimientos de liberación. Lo interesante, en todo caso, es que esa mismo grupo -conocido por las siglas de IRPGF- fue el artífice de una de las campañas más virales de propaganda política o "agitprop", según a la terminología soviética, puestas en marcha durante la Guerra de Siria.

Partidos como la Falange Auténtica buscan ampliar su nicho haciendo suyas las tradicionales reivindicaciones de la izquierda.

Partidos como la Falange Auténtica buscan ampliar su nicho haciendo suyas las tradicionales reivindicaciones de la izquierda.

En realidad, el concepto era bastante simple. Se fotografíaron junto a una bandera del arcoíris, con sus trajes de milicianos, en el corazón de Raqqa, con una pancarta que rezaba: "Estos maricones matan fascistas". Escandalizaron incluso a sus compañeros de armas, pero la foto dio la vuelta al mundo gracias, entre otras cosas, al empujón que les dio Ricky Martin en el Twitter. Nunca se supo quiénes eran porque, al igual que el subcomandante Marcos -otro enorme acierto de las técnicas de comunicación política- aparecían encapuchados para preservar su identidad.

Claro que cada acción tiene su reacción. Mientras un grupo de anarquistas de Portland creaban una red de mantenimiento de las vías públicas conocida como Portland Anarchist Road Care y comenzaban a tapar encapuchados los socavones de las calles para captar la atención de sus paisanos o mientras una miriada de ingeniosas españolas se servían del "artivismo" [arte más activismo] para proyectar sus sueños de cambio y de revolución alrededor del 15M, gobiernos como el ruso buscaban también su propia fórmula para atraer a su regazo a todos esos millones de jóvenes sin ninguna cultura política, pero a menudo, con la edad legal necesaria para votar. Se sabe que Moscú se sirve de ejércitos de trolls para interferir el libre flujo de información fiable y contrastada, pero aquí se trataba de hilar más fino. No lo consiguieron.

¿Un nick para qué?

Desde el Kremlin se asumió que la mayoría de ellos carecían de las capacidades cognítivas y de atención precisas para leer más de tres líneas sin sufrir un ataque de epilepsia. Y todo lo que se les ocurrió fue 'infiltrar' a su ministro Vladimir Medinski en uno de los vídeos de la popular youtuber Sasha Spilberg. La chica conseguía millones de visionados llenando una bañera de patatas fritas o hablando de lo terrorífico que es quedarse sóla en casa [no hay ningún adulto que haya conseguido entender hasta la fecha los criterios de esos adolescentes], así que cuando irrumpió el ministro en su espacio digital, parecía tan inapropiado y tan forzado como invitar a una guardería a un pederasta. La entrega en que salió Medinski, en vísperas de las elecciones de 2018, no fue vista ni por la mitad de sus habituales seguidores.

También por esas mismas fechas, los asesores de comunicación de Vladimir Putin organizaron una interacción en vivo del presidente con estudiantes rusos, que trasmitió la televisión. "¿Cuál es el nick que usas?, le preguntó a Putin uno de ellos. "¿Un apodo?", respondió. "¿Y para qué necesitaría alguien algo así? Bueno, sí, ahora que lo dices, cuando trabajaba en el KGB me llamaban Platov".

Nunca han dejado las insurgencias de utilizar las viejas técnicas del agitprop y los panfletos, aunque adaptadas a los nuevos tiempos digitales, y combinadas con acciones que persiguen el impacto o performance y puestas en escena como las que hicieron populares las miembros de No somos delito. Desde hace ya algún tiempo, ha destacado por sus acciones, tanto en Argentina como España, el colectivo Enmedio.

Copaganda

Definitivamente, lo del artivismo no es estrictamente nuevo: grupos como las Guerilla Girls funcionaban ya en Estados Unidos hace más de treinta años. Tampoco son procedimientos exclusivos de la izquierda, aunque está tiene más necesidad de reinventarse para penetrar por las fisuras del sistema para cuestionar o destrozar el discurso oficialista. En Belfast, por ejemplo, se organiza un evento donde confluyen las ideas más ingeniosas y bizarras de la comunicación política. No han dedicado todavía ningún seminario a la "copaganda" [polpaganda], término coloquial con el que se designa al acto de mostrar fotos de policías rescatando mascotas mientras el Sheriff golpea en las mázmorras a un afroamericano. No falta nunca un editorialista dispuesto a decir que no era un corderito. Algo habría hecho.

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