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Ignatius Farray Ignatius Farray: "Es ridículo pensar que haciendo chistes vas a conseguir que la gente no vote a la ultraderecha"

El cómico tinerfeño atiende a 'Público' y repasa los debates sobre los límites del humor, su sentimiento de culpa ante posibles ofendidos y la censura que sufren los humoristas. 

Ignatius Farray y su famoso grito sordo en mitad de Malasaña. CHRISTIAN GONZÁLEZ

jose carmona

Ignatius Farray (1973) cuenta que lleva despierto desde las siete de la mañana dando vueltas a un tema. En su último show sintió que una persona podría haberse ofendido por una serie de bromas que hizo y está en medio de una búsqueda —puede que imposible— de su número de teléfono para poder aclarar cualquier posible malentendido. Asegura que siente remordimientos si ve a alguien en sus actuaciones pasándolo mal. "No te puedes sentir peor en tu vida que ofendiendo a alguien", asevera.

El humorista confiesa que no se identifica con la etiqueta de provocador, la cual asume que es la que pone todo el mundo. Si le dejas espacio para definirse, dice que es “un buen samaritano al que no siempre le sale bien la jugada”. Le resulta imposible no bromear si le dejas el espacio justo, pero durante la entrevista se muestra muy reflexivo y cauto. Mide las palabras para concretar en los temas que siente importantes.

Además de La Vida Moderna, tiene un nuevo espectáculo en la noche madrileña titulado La Commedia. Farray dice que lo que hacen es "un rollo un poco raro", otra etiqueta que le viene acompañando desde que se inició en la burlesca tarea de chupar pezones y proclamar a los cuatro vientos que el incesto es madridismo

¿A qué se quería dedicar de pequeño?

De pequeño quería ser cura. Yo era muy religioso, y me gustaba lo de ser monaguillo. Todo el tema de la misa me gustaba, incluso en catequesis intentaba aparentar que era de los más aplicados.

Empecé a leer libros de ciencia ficción y tras leer Tropas del Espacio empecé a soñar con iglesias que ardían. Pero poco a poco fui olvidándome, me dejaron de gustar los curas y empecé a preferir a Faemino y Cansado.

¿Tardó mucho en poder vivir de la comedia?

Desde luego, rápido no fue. Mi abuela me daba parte de su pensión para que yo pudiera vivir en Madrid. Trabajé de camarero mientras lo compaginaba, pero a principio de los 2000 era más fácil empezar como cómico. En cuanto grababas con Paramount Comedy, despuntabas. En esa época había muchos bares donde actuar y te pagan unos 200 euros por show. Lo que sí tienen bueno ahora los cómicos es que pueden trabajar como guionistas. 

Aunque en mis comienzos recuerdo que en alguna ocasión devolvía el dinero a los bares, porque sentía que no merecía que me pagaran tanto. En La Chocita del Loro de Carabanchel me pagaron 180 euros y le devolví una parte, porque estaba acostumbrado a que me dieran 50 euros. Y en una bodega también devolví parte del cobro. Me quería ganar la vida con esto pero sentía que salían muy mal y que no me lo merecía.

¿En qué formato se sientes más cómodo?

Yo hago stand-up comedy  y de ahí nace todo lo demás. Pero me da rabia que en España la improvisación haya quedado eclipsada por los monólogos. Paula Galimberti —parte de su nuevo show, La Commedia— lleva haciendo improvisación casi 20 años y ha estado en grupos famosos, pero claro, siempre ha estado a la sombra del éxito del monologuista, es algo injusto.

Además, lo de improvisar con el público da sensación de miedo al espectador, y es bonita aunque estén incómodos. (Risas). La sensación de miedo va muy unida a la de la comedia. Lo contrario de la risa no es el llanto, es el miedo; por eso creo que van de la mano. Cuando la comedia se expresa bien, lo que se produce es conciliación y libertad.

Ignatius Farray, mientras le invade la fuerza de la commedia. CHRISTIAN GONZÁLEZ

Ignatius Farray, mientras le invade la fuerza de la 'commedia'. CHRISTIAN GONZÁLEZ

¿El espectador necesita saber quién es Ignatius para que le haga reír o tiene la facultad innata de gustar sin necesidad de contexto?

Puede haber amor a primera vista, pero me ha ayudado que me conozcan. Al que le gusto, a fuerza de verme, sabe lo que esperar de mis shows.

Ha habido actuaciones en las que se ha ido la mitad de la sala, otras que intentaron pegarme y otras en la que he pedido disculpas a las personas porque había riesgo de denuncia a la Policía. Luego lo recuerdas con cariño, aunque no disfrutas esos momentos.

Un poco 'antropologicamente' hablando, entre el que está en el escenario y el espectador se genera un pacto; un vínculo. La persona que está fuera tiene cierta responsabilidad, ya que dependes de la predisposición del público para sentirte más o menos cómodo. El espectador debe dejar de lado ciertos prejuicios o hacer un sacrificio y ceder parte de su cuota de poder a ti para el bien o para el mal. (Risas). Un cómico, cuando tiene ese poder, tiene que jugar con la complicidad, aunque puede salir mal y torcerse la situación. 

¿Y cómo es actuar ahora que es tan conocido y tiene fans?

Estoy muy agradecido porque las cosas hayan salido bien y por la confianza que me ha dado la gente. Esa confianza te envalentona y te hace ir más allá en tu repertorio. 

"Prefiero un público que no te mire desde la admiración incondicional"

Cuando la gente no sabía que esperar, te la jugabas. No te digo que actualmente no se tuerza alguna noche, sientes muchos remordimientos y te sientes culpable por no haber dirigido bien el momento. 

A mí me gusta que no se nos tome en serio, me sentiría más incómodo si nos reverenciaran. Es bonito sentirte apreciado, pero parte del fracaso de muchos tipos de teatro es que se veneran en exceso, se le tiene tanto respeto que se pierde algo por el camino. Prefiero un público que no te mire desde la admiración incondicional, que te haga sentir la responsabilidad de que debes entretener.

Históricamente, el cómico siempre ha sido una especie de outsider, un apestado. Antes, los cómicos solo iban al pueblo a entretener, pero no podían dormir allí, tenían que irse al menos a una legua de distancia. En el fondo, eso es bonito: sentirte un apestado te pone en su sitio. (Risas).

¿Cree que el humor puede banalizar a la ultraderecha?

Sí, usar la comedia como herramienta es un error. Cuando alguien ridiculiza una idea puede pensar que está satirizando, pero la comedia es como Shiva, no puedes hacer con ella lo que tú quieras y lo mas probable es que humanice a la persona más nefasta.

"Se puede hacer comedia de cualquier tema, pero no de cualquier manera"

La comedia consiguió que Trump fuera alguien entrañable. ¿Quién no quiere tener de presidente a Homer Simpson? La comedia es un mono disparando en todas las direcciones. Es ridículo pensar que haciendo chistes vas a conseguir que la gente no vote a la ultraderecha.

La comedia es una energía que se nos escapa de las manos. Nos gusta usarla porque nos gustan las pistolitas (risas) pero es jugar a ser Dios. Si se te ocurre un chiste de la ultraderecha, hazlo, pero no estás descubriendo la pólvora.

De todos los ataques a la libertad de expresión recientes, ¿cuál es el que más le ha llamado la atención?

Ignatius Farray, durante la entrevista con 'Público'. CHRISTIAN GONZÁLEZ.

Ignatius Farray, durante la entrevista con 'Público'. CHRISTIAN GONZÁLEZ.

Hay muchos casos desde que se habla de los famosos limites del humor: los titiriteros, Valtonyc, Dani Rovira, David Suárez, Rober Bodegas, Iggy Rubín... El que se queda atrás soy yo. Se puede hacer comedia de cualquier tema, pero no de cualquier manera

Incluso con el tema más manido, convencional y frívolo se puede meter la pata, no es necesario que hables de tabúes sociales para equivocarte. Un cómico es una especie de Macbeth —la obra de Shakespeare—. Igual que él cayó en la dinámica de asesinatos para llegar al poder, un cómico también deja el camino lleno de cadáveres hasta que conoce su oficio.

¿La censura de Movistar+ al monólogo de Iggy Rubín en La Resistencia fue una prueba de que hay gente intocable para el humor?

"Un cómico se parece a un explorador que llega a una isla: no te contentas con la arena de playa, quieres llegar hasta el volcán"

No, la comedia está por encima de eso. En ese caso hubo muchos condicionantes: Ortega Lara, la ley de humillación a las víctimas y la campaña electoral, que Vox quiso aprovechar con el monólogo. Pero eso no quiere decir que la comedia no pueda hablar de ese tema. Además, rompo una lanza en favor de La Resistencia; a veces hay que negociar y no existe otro programa con tanta libertad para hacer cosas.

La comedia necesita de cierto contexto y hay que interpretarlo. Actualmente hay algo que lo enrarece todo y es que, cuando un cómico se sube a un escenario, todo el mundo le sigue el rollo, pero es muy fácil descontextualizarlo con una grabación, llevarlas a un tuit y hacerlo circular fuera de su entorno natural. Un cómico puede meter la pata e Iggy hizo comedia de mucha altura, pero intentaron descontextualizarlo conscientemente para usarlo a su favor.

Con mis amigas hago chistes sobre feminismo que no haría en otros contextos. Un cómico se parece a un explorador que llega a una isla: no te contentas con la arena de playa, quieres llegar hasta el volcán. A golpe de instinto, descubres donde están las lineas rojas. He metido la pata mil veces, pero acabas desarrollando un instinto de supervivencia. Nunca iría a la manifestación del 8M con un altavoz a decir:  "Vengo a arrimar cebolleta", pero en una entrevista a Rita Maestre sí recupero esa broma.

¿Se ha autocensurado alguna vez?

En ocasiones me he dado cuenta de que en una actuación había tomado un camino y que, durante una improvisación con alguien, esa persona lo estaba pasando mal. Entonces, he tenido reflejos y he reconducido la situación.

"Parte de la conquista de libertades consiste en poder reírte de ellas"

Pero en redes sociales, no. Entiendo que hay quienes ya tienen pesadez mental, pero un cómico no debe contenerse. A mí me resbala lo que la gente diga por Twitter, pero siento remordimientos cara a cara. En una realidad virtual, me siento totalmente impune, y no lo digo haciéndome el héroe.

En la sociedad existen unas convenciones, así que cuando en una actuación consigues complicidad a través del humor, es como si crearas una sociedad nueva, un mundo nuevo. Un sitio donde la gente dice cosas que no se permite pronunciar en comunidades reales. El goce que se produce es absoluto. Somos como prófugos que de repente consiguen juntarse en un rincón.

Siempre ha existido el prejuicio de la risa como algo malvado, que no es del todo correcto. La risa es algo cáustico, porque puede terminar con todo. Puede ser muy corrosiva con alguien que se tome las cosas muy en serio.

Se tiene el prejuicio de que reírte de algo es menospreciarlo, pero no tiene nada que ver. En cambio, parte de la conquista de libertades consiste en poder reírte de ellas.

Ignatius discierne en el horizonte los límites del humor. CHRISTIAN GONZALEZ

Ignatius discierne en el horizonte los límites del humor. CHRISTIAN GONZALEZ

¿Se ofende más la izquierda o la derecha?

Parecía que la intransigencia pertenencia a la derecha, pero la izquierda se está poniendo las pilas con el puritanismo. Siempre me he sentido de izquierdas, pero se te puede malinterpretar igualmente desde los dos lados.

Da un poco de rabia de que la derecha se apropie de hacer chistes bárbaros, por eso hablo a veces de la derecha punk, me da cierta envidia. 

¿Quién es actualmente su humorista favorito?

Siempre diré Faemino y Cansado. De hecho, la primera vez que me subí a un escenario fue para imitar a Cansado. Realmente, si algo me voló la cabeza alguna vez y me dio ataques de risas, fueron ellos. 

Cansado dice que usted es de sus cómicos favoritos...

Es alucinante, siempre he pensado que tiene que haber algo de irrealidad en eso. Que Cansado diga que soy de sus favoritos nunca me lo voy a terminar de creer. Es lo máximo, porque para mí ellos son unos espectros, no son de carne y hueso.

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