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Educación Universitaria Las clases universitarias, ¿en peligro de extinción?

Los partidarios de suprimirlas aducen que la generación digital demanda una atención más personalizada, métodos activos y pasar de la teoría a la práctica.

Una clase en la Universidad Complutense. Foto: PROMOMADRID/MAX ALEXANDER

MALEN RUIZ DE ELVIRA

Una nueva universidad británica dedicada a la ingeniería ha anunciado que prescindirá de las tradicionales clases, porque pretende revolucionar la pedagogía para adaptarse a los nuevos tiempos, los de la llamada generación alfa (nacidos entre 2010 y 2025), que ha crecido en lo digital. No se trata de una institución educativa que funcione por Internet ni de enseñanza a distancia, pero sus responsables y otros expertos creen que las clases presenciales dadas por profesores a lo largo de un curso académico representan una forma caduca de enseñar, especialmente en el área de las ciencias, y que incluso resultan desgarradoras para los docentes. Es lo que aseguraron en el congreso anual sobre las nuevas universidades que organiza el suplemento educativo del diario The Times, que este año se ha celebrado en la Universidad de Surrey.

En la nueva institución, PLUS Engineering, que empezará en septiembre de 2021, los estudiantes tendrán un campus (en Londres), cuatro trimestres de 10 semanas de duración, profesores que ejercerán como tutores, evaluaciones y exámenes finales tradicionales, pero no clases. Tendrán que completar módulos de enseñanza de tres horas por Internet pero el objetivo principal del currículo flexible se traslada de la teoría a la resolución de problemas prácticos en cooperación con empresas.

La ingeniera australiana Judy Raper está al frente de esta institución que pretende ser pronto una universidad y que surge del acuerdo entre el británico King´s College de Londres, la australiana Universidad de Gales del Sur en Sidney y la estadounidense Universidad Estatal de Arizona. “Prohibiremos las clases. Habrá tutorías y ayuda al aprendizaje y los estudiantes aprenderán unos de otros y de los profesores”, explicó Raper en The Times. “El programa de ingeniería depende de la capacidad de cada estudiante de hacerse responsable de su propio aprendizaje”.

La institución no distinguirá entre profesores titulados (académicos) y profesionales de la ingeniería en cuanto a los contratos que haga, que serán individuales, y habrá profesores de los dos tipos. El objetivo final es reducir el déficit futuro de ingenieros tanto en el Reino Unido como en otras partes del mundo, ya que esperan que la mitad de los estudiantes procedan de otros países, y contribuir de forma práctica desde el principio a resolver problemas que tiene planteados la sociedad.

El de PLUS Engineering no es el único proyecto de nueva enseñanza de la ingeniería en el Reino Unido. La ingeniera mexicana Elena Rodríguez Falcón dirige otro llamado NMiTE, en Hereford, que abrirá el próximo septiembre con solo 50 estudiantes y tiene un enfoque parecido, también sin clases y con un planteamiento renacentista y de conciencia social. En ambos casos, además, se otorgará menos importancia al conocimiento matemático general (como el cálculo y el álgebra) y más a disciplinas creativas, hasta ahora poco relacionadas con la ingeniería.

Las nuevas instituciones han entrado de lleno en el persistente debate sobre si las clases son la forma ideal de enseñanza en la universidad. Para la australiana Sue Bennett, de la Universidad de Wollongong, existen pruebas desde hace 30 años de que las clases presenciales representan una forma pobre de aprender y enseñar. “Encuentro desgarrador a veces dar una clase”, dijo sobre su propia experiencia. “¿Por qué persistimos? Debemos arriesgarnos”.

Sin embargo James Conroy, vicerrector de la Universidad de Glasgow, aseguró en la edición del congreso del año pasado que hay estudios que muestran la efectividad de las clases. “Nos hemos convencido a nosotros mismos de que la capacidad de atención de los estudiantes es muy corta y hemos creado un sistema de aprendizaje adaptado a esta premisa” en el que las clases se preparan mal y se reciben peor. Las universidades, en su opinión, deben defender el aprendizaje lento y difícil, sin por eso prescindir del llamado aprendizaje activo.

El premio Nobel de Física Carl Wieman, dedicado ahora a mejorar la enseñanza de las ciencias, cree, sin embargo, que con la instrucción con métodos interactivos y colaborativos los estudiantes se implican mucho más y abandonan sus estudios mucho menos.

En las áreas no científicas, el apoyo a las clases es mayor. Hay expertos para los que la lección no es una comunicación en forma de monólogo en la que los estudiantes son meros receptores pasivos sino que debe considerarse como una forma especial de encuentro humano, el inicio de una relación de diálogo entre profesor y estudiante en la que ambos están sometidos a reproches mutuos.

Frente al ambiente efervescente en la enseñanza de la ingeniería en el Reino Unido, en España, donde ya se estima en dos millones el déficit de trabajadores cualificados (en ciencias, matemáticas, ingeniería y tecnología) en los próximos años, la mayor tasa de abandonos en el primer curso se da en las carreras de ingeniería. Está claro que no funciona la orientación, pero también pasa luego que la demanda laboral hace que los estudiantes se pongan a trabajar sin terminar sus estudios, que quizás estén necesitados de una reforma profunda. Como ejemplo, solo tres alumnos de los 60 que empezaron han terminado este año el grado de ingeniería de computadores en la Universidad de Málaga. Todos tienen trabajo asegurado, por supuesto, pero algo falla.

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