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Precio del alquiler "El contrato se acaba, el casero nos echa y no encontramos nada por menos de 800 euros"

Cada vez es más difícil que los caseros renueven los contratos a los inquilinos, sobre todo en Madrid y Barcelona. Prefieren volver a sacar la vivienda al mercado a precios más elevados. 'Público' ha recopilado algunos testimonios recientes de afectados por la burbuja del alquiler. Si sufres una situación similar, cuéntanos tu caso en buzonpublico@publico.es

Un cartel de alquiler de pisos en Madrid.- EFE

J. V.

“El contrato del alquiler se me acaba y tengo que buscar otro piso”. Es una frase que se escucha cada vez con más frecuencia, sobre todo en las grandes ciudades españolas. Una cuenta atrás que suele ir acompañada de estrés, miedos y una profunda incertidumbre. El mercado del alquiler, con Madrid y Barcelona a la cabeza, se ha convertido en una selva de altos precios que no dejan de crecer, varios meses de fianza, comisiones de agencia y estudios de solvencia económica difícilmente superables para una clase media cada vez más precarizada.

El Banco de España publicó recientemente un detallado estudio en el que advertía de que los precios habían aumentado de media un 50% desde 2014 en todo el país, y señalaba especialmente Madrid, Barcelona y las islas. La capital catalana es la ciudad más cara para alquilar, según el portal Idealista, con precio medio de 16,5 euros por metro cuadrado el pasado junio, un 1,4% más que el año anterior. En Madrid, tras siete trimestres consecutivos de subidas, el metro cuadrado en alquiler vale 16,1 euros, un 4,2% más caro que hace un año. A pesar de eso, es el aumento más bajo de los cuatro años.

En este contexto, y a pesar de los decretos del Gobierno para aumentar la duración de los contratos, los caseros de las grandes urbes son cada vez más reacios a renovar un alquiler sin un aumento de precio, empujando a los inquilinos hacia zonas más baratas que también sufren la inflación inmobiliaria. Público ha recopilado varios testimonios de casos recientes que muestran los efectos del aumento descontrolados de precios, convirtiendo a las ciudades en lugares donde habitar es un auténtico reto. Si sufres una situación similar, cuéntanos tu caso en buzonpublico@publico.es

“Me dieron sólo tres semanas para irme del piso en pleno mes de agosto”

José Bautista, periodista freelance en la treintena, ya se ha enfrentado a esta situación en varias ocasiones a pesar de que apenas lleva dos años en Madrid. El primer piso que alquiló, cerca de la Plaza de Cascorro, en el centro, subió de un año para otro 200 euros. “Eran 650 euros más gastos al mes para un cuarto sin ascensor”, sostiene. Así que buscó otro algo más asequible, por mil euros, compartiendo con otros dos compañeros cerca de la Plaza Mayor. “La casera era siempre amable, pero nunca arreglaba nada de lo que se rompía, estaba todo bastante deteriorado”, afirma.

El pasado agosto, la propietaria llamó por teléfono para pedirles que se fueran de la casa porque iba a realizar obras. Contento por la noticia, Bautista preguntó cuánto tiempo tendrían que estar fuera. “Dijo que no podíamos volver. Nos dio tres semanas, en pleno agosto quería que hiciésemos las maletas. Ni siquiera nos dijo por qué, así que imaginamos que se convertirá en un piso de alquiler turístico, como ya pasó con los pisos de la planta superior", intuye. “Valen 70 euros por día, todo un negocio”, añade.

"Los precios son un disparate. Si puedo, me iré fuera de la ciudad"

No tenían contrato, aunque presionaron a la casera y amenazaron con denunciar la existencia de un acuerdo verbal y el pago registrado de las mensualidades, lo que les ha permitido seguir viviendo en el piso hasta finales de septiembre. El problema ha sido encontrar algo asequible, apunta. “Al final me voy a vivir con mi pareja, que le ha pasado lo mismo también en agosto”, explica. Pagarán 1.400 euros por 80 metros. “No es ningún lujo, es normalito y es lo más barato que hemos encontrado en la zona”, explica. Aunque lo peor, insiste Bautista, fue el precio del primer piso que ocupó en Cascorro. “Le pregunté al casero si tenía algo libre y me dijo que el mismo que había ocupado, pero que ahora valía mil euros. En año y medio. Es un disparate. Si la vida me da la oportunidad me iré fuera de la ciudad”, lamenta. “Son varios los conocidos que han pasado o están pasando por esta situación. Es un drama”, zanja.

"Miramos 20 pisos hasta encontrar uno aceptable"

A Jorge Parra y su pareja les expulsó del centro el mismo fondo de inversión británico que ha puesto punto y final al mítico local de Lavapiés Bodegas Lo Máximo. Este músico y administrativo de 35 años vivía desde mayo de 2016 en un piso de 50 metros en la calle San Carlos por 613 euros al mes. Su contrato finalizaría en abril de 2019, pero hace tiempo que recibió el primer burofax en el que le comunicaban que el casero ya no era el mismo. El fondo había comprado todo el edificio y no quería renovar los contratos para hacer viviendas de lujo. “Le vimos las orejas al lobo pronto y nos pusimos a buscar piso porque sabíamos que era imposible encontrar algo pronto. Estos fondos avisan de un mes para otro y los precios son ya muy altos”, explica Parra.

Hace varios meses recibió otro burofax en el que el nuevo propietario le notificaba que no pensaba renovar el contrato. Para entonces ya había visto varios pisos, aunque pocos por la misma zona a un precio similar. “Lo único asequible que hemos encontrado es un piso de 55 metros en Carabanchel”, fuera del centro y de la frontera de la M-30, por 680 euros al mes. “Al menos es de un particular y nos hemos ahorrado el mes de comisión de la agencia”, concede. Ni siquiera intentaron dar una batalla que creían perdida de antemano contra el nuevo propietario. “Nos hemos ido siete meses antes de que finalizara el contrato. El fondo de inversión no puso ningún problema, estaban encantados”, apunta. Pero Parra piensa en toda la gente de ese edificio que habrá pasado por lo mismo, quizás sin tanta suerte como él. “Hemos visto más de 20 pisos hasta encontrar algo aceptable. Hay auténticos abusos con los precios de las viviendas”, sostiene.

“Los pueblos también se contagian de la burbuja" 

Almudena prefiere no dar su nombre real porque aún está negociando el tiempo que puede quedarse en su casa, un piso en un pueblo de la sierra de Madrid, “porque los pueblos también se están contagiando de la brutal burbuja de precios de la capital”, lamenta. Son ya ocho años los que ella, su marido y sus dos hijos llevan viviendo en este piso de 95 metros cuadrados y tres habitaciones. Hasta ahora pagaban 600 euros al mes, y ni siquiera las dos nóminas de trabajadores interinos que entran en casa les ha dado para ahorrar.

"Hemos mirado en 50 kilómetros a la redonda y no vemos nada por debajo de 800 euros"

Según explica, su casero tiene que realizar obras importantes en la casa y ha considerado que el alquiler ya no le es rentable. Quiere vender tras las reformas y, para eso, necesita que la familia se vaya tarde o temprano. “En sus términos, puedo entender su postura. El problema es encontrar algo que podamos pagar con los precios actuales”, resume. “Hemos mirado en 50 kilómetros a la redonda y no vemos nada por debajo de 800 euros con las características necesarias para que viva una familia”, dice. Segura de que no pueden asumir estos precios, al menos de forma indefinida, teme que dentro de un año, cuando caduque el contrato, continúe la difícil situación del acceso a la vivienda. “Hay una gran desprotección cuando lo que antes era considerado clase media ahora no puede pagar un alquiler sin lujos aunque trabajen los dos padres”, asevera la mujer.

La única opción que le permitiría pagar una mensualidad asequible sería hipotecarse y comprar. “Pero no tenemos el dinero para la entrada y una hipoteca del 100% del precio es imposible de obtener. Somos interinos, no tenemos plaza fija y los bancos no nos la conceden”, añade, alarmada porque esta sea la tabla de salvación a la que agarrarse cuando los precios del alquiler se han disparado. “Me recuerda mucho a lo que ocurrió en la última burbuja inmobiliaria. Después llegó el drama de los desahucios de quienes no podían hacer frente a la hipoteca”, recuerda. “Si no se le pone un tope a los precios, el futuro lo veo parecido, muy complicado”, advierte.

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