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España paga apenas 1.000 euros al mes al talento investigador: "Me quiero ir a trabajar al extranjero"

Los estudiantes de doctorado tardan hasta diez años en conseguir una plaza fija. Denuncian que en otros países se paga el doble por su trabajo y reclaman elevar el presupuesto en investigación hasta el 3% para igualar la media europea.

Un profesor expone durante una clase el temario a sus alumnos (Archivo).
Un profesor expone durante una clase (Archivo). Europa Press

"Ha llegado un punto en el que me quiero ir fuera de España. Me han tratado tan mal durante tanto tiempo que estoy agotada", lamenta Lidia, estudiante de doctorado de la Universidad de Barcelona. Tras haber superado cuatro años de grado, un máster y dedicar dos años a la investigación científica, la doctoranda acaba de firmar un contrato con la universidad para empezar su tesis por el que apenas cobra 1.000 euros al mes. Una situación que comparten muchos investigadores del país.

"Te exigen ser la mejor en lo tuyo y luego te pagan un dinero con el que no se puede vivir. La gente se cree que no hay ingenieros, que no hay médicos, pero la realidad es que nos estamos yendo al extranjero porque no podemos aguantar esta situación", explica a Público Lidia. Ella es ingeniera y decidió mudarse a Barcelona porque soñaba con entrar en uno de los grupos de investigación con más prestigio en su materia. Gracias a su expediente brillante, lo consiguió. Pero ahora que parecía haber quemado etapas, tras independizarse, mudarse y vivir sola, teme que con su sueldo de doctoranda tendrá que volver a compartir piso para poder pagar su hipoteca variable. 

"En otros países te pagan el doble que aquí. Yo hace poco rechacé un contrato indefinido en Países Bajos por el que me ofrecían 2.300 euros netos, pero aposté por quedarme", narra. Lidia asegura sentirse agotada y echa de menos que se valore su esfuerzo. "Es muy difícil tener un proyecto de vida si quieres hacer carrera en el mundo de la investigación en España. Es importante que se planteen mejores remuneraciones, tenemos que comer, no se vive de la vocación", critica, al mismo tiempo que detalla que la subida de la inflación y del euríbor le ha llevado a una situación límite. Ni siquiera la subida del salario mínimo interprofesional logrará sacarle del apuro.

Precisamente la presión de no saber si llegaría a fin de mes, la volatilidad de sus contratos y la tensión por continuar dando lo mejor de sí fue la gota que colmó el vaso para Manuel Romero, estudiante de doctorado en Sociología y Antropología por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que acabó con graves crisis de ansiedad. El investigador explica a este periódico que empezó su tesis sin el respaldo de ninguna beca, ya que quedó fuera de las ratios, y que compaginaba su trabajo como científico social con ser autónomo para mantenerse.

"Son muchos altibajos que terminaron repercutiendo en mi salud mental. Pude pagarme un psicólogo con mucho esfuerzo, gracias al apoyo de mis padres. Después, tuve la suerte de que me concedieran una plaza de técnico de investigación con un contrato temporal de un año. Un trabajo con condiciones buenas, que me tranquiliza a corto plazo, pero a futuro sigue siendo todo bastante incierto", narra. Romero confiesa que en estos cuatro años de doctorado se ha planteado varias veces dejar la tesis, pero que su interés en los libros ha pesado más, de momento.

Migrar, la alternativa ante la falta de expectativas

Según los últimos datos del Ministerio de Universidades, hay 93.652 estudiantes que, al igual que Lidia, están matriculados en estudios de doctorado. El número de hombres y mujeres es muy similar, con un 50,3% de alumnas. Respecto a los grupos de edad, el 58% de los alumnos tienen más de 30 años y la gran mayoría, casi el 95%, se encuentran en universidades públicas. Existen diferentes formas de financiar la carrera científica. Hay becas estatales, autonómicas, propias de cada universidad e incluso están aquellas que promocionan centros de investigación asociados, como el CSIC. Con todo, la oferta es muy limitada y no logra amparar a todos los estudiantes que buscan dedicarse a investigar, por lo que las convocatorias son muy competitivas.

Javier Sánchez: "El principal problema de los doctorandos es la falta de inversión"

"El principal problema es la falta de expectativas cuando terminan. Es gente brillante, que empieza con muchas ganas y se hacen imprescindibles porque se especializan en líneas de investigación muy útiles. Pero como no siempre existe la herramienta financiera para conseguir estabilizarlos, muchos se quedan fuera", cuenta Javier Sánchez, portavoz de Ciencia y Tecnología de UGT e investigador. Él mismo coordina un grupo de investigación en el CSIC y dirige tesis doctorales a sus investigadores junior

"Si estuviéramos ya en el 3% de inversión en I+D+i, que es la cifra donde deberíamos estar, media de la Unión Europea, donde se quiere converger en el año 2030, podríamos duplicar y triplicar las becas, la oferta de plazas para que esta gente se quedara en España y no se fuera al extranjero", sostiene Sánchez. El doctor compara la situación con otros países como Suecia, donde la ciencia representa el 4% del PIB, mientras que en España se sitúa en el 1,5%.

Aunque se muestra optimista y destaca la evolución de los últimos veinte años (entonces apenas se ganaban 600 euros), pide aumentar las dotaciones y habilitar plazas fijas con el fin de evitar que "haya becarios de 40 años". "Ahora mismo, cuando una persona empieza su tesis no sabe si se podrá reenganchar a un contrato posdoctoral y posteriormente ocupar una plaza fija. Es un proceso que se puede alargar hasta diez años y eso es muy difícil de sostener", añade.

Manuel Ortega: "La universidad se gasta dinero en formar doctores para que luego termine, trabajando en otro sitio"

Aitor López, doctorando de segundo curso en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) en el programa de tecnologías de la información y la comunicación, señala que la incertidumbre le ha acompañado en toda su carrera. Él explica que en principio le gustaría quedarse en la universidad, pero, dadas las exigentes acreditaciones de la ANECA, baraja optar en un futuro por la empresa privada. Ahora mismo posee un contrato de investigador dentro de un proyecto con una remuneración de 24.000 euros al año, por lo que su continuidad depende de la financiación del mismo. Añora más estabilidad y seguridad sobre su futuro.

En la misma línea, Manuel Ortega, responsable estatal de Universidad en UGT y catedrático, no se explica por qué no se estabilizan más doctores y se dotan con más becas a los investigadores para llenar las plazas vacías de los profesores universitarios que se han jubilado en los últimos años: "La universidad se gasta dinero en formar doctores para que luego terminen trabajando en otro sitio. Es incomprensible". Ortega asegura que hay gente que llega a ser titular en las facultades con 50 años, una edad que —a su juicio— ya está más cerca de la jubilación que del despegue profesional. 

Además, cuestiona algunos de los nuevos criterios de la LOSU para ganar el título de doctor, como las estancias en el extranjero. La nueva Ley de Universidades obliga a hacer estancias fuera para completar la tesis, algo que puede ser "muy difícil para la conciliación familiar", especialmente para las mujeres que han querido ser madres y suelen cargar con gran parte de las tareas de cuidados. Aboga por que los doctores jóvenes pudieran tener financiación por el simple hecho de empezar una carrera postdoctoral.

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