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El confinamiento arrincona a la huerta y estrangula la agricultura de proximidad

Productores de todo el país denuncian sinsentidos como vetar los mercados al aire libre para concentrar la venta de alimentos en locales cerrados y con aglomeración de personas, y cómo las medidas de restricción de la movilidad dificultan las tareas de recolección y obstaculizan los canales de distribución de las verduras y las hortalizas de kilómetro cero.

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Las medidas para combatir la pandemia del coronavirus han añadido más obstáculos a los productores de verdura y hortalizas de proximidad de todo el país.

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Economía

"Nosotros estamos aquí para que la gente pueda comer fresco, pero nos exponemos a muchas cosas. En Mercazaragoza hay mucha gente, y vas con miedo: al virus y a la multa", explica Manolo Calle, presidente de la Asociación de Hortelanos y Productores de Zaragoza. Es uno de los agricultores de proximidad que, como en el resto del país, está comenzando a sufrir las trabas que las medidas de confinamiento y reducción de la movilidad están provocando en ese sector, que tradicionalmente abastece de verdura y hortaliza (y fruta en verano) a los detallistas de las ciudades.

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Los afectados cultivan, precisamente, los productos vegetales de temporada en los que los nutricionistas recomiendan basar la dieta durante el confinamiento para evitar los efectos perjudiciales en el organismo, especialmente en el sistema inmunológico, del sedentarismo y la menor exposición al sol.

Las primeras reacciones para enfrentar una pandemia de las características de la desatada por el Covid-19 llevaron a los ayuntamientos de toda España a vetar los mercados al aire libre que se celebraban en sus ciudades, normalmente una vez por semana, y que suponen uno de los principales puntos de venta para los productores de línea ecológica.

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"No se ha dado cuenta de que vendemos productos de primera necesidad, normalmente se celebran al aire libre, no están nada masificados y, además, permitirían esponjar los supermercados, que se van a convertir en el principal foco de contagio por la aglomeración de gente", indica Mireia Vidal agricultora de Valencia que gestiona con una socia un huerto y un puesto de venta en el mercado municipal de esa ciudad. "Están estrangulando la venta de muchos productores, y eso es discriminatorio -añade-. Parece que hay una campaña en la que el pequeño comercio no es una alternativa".

Ella y su socia disponen de un punto de venta estable que mantienen abierto, aunque, en su caso, han optado por un plan 'b' ante la situación de pandemia. "Hacemos reparto a domicilio, y pedimos a nuestros clientes que no vengan aquí para evitar contagios. Estamos siendo muy responsables", explica.

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"Son todo trabas"

Pese a esa actitud, esta semana su trabajo encuentra trabas añadidas, básicamente por las medidas de restricción de la movilidad. "Si íbamos al huerto dos personas, una delante y otra detrás, como marcaba la normativa no nos cabe el género en la furgoneta", explica, mientras apunta cómo "muchos compañeros han tenido problemas para ir al huerto y llevar la mercancía a su tienda. Eso es ir al lugar de trabajo".

Acercarse a la huerta es uno de los desplazamientos expresamente prohibidos durante el confinamiento, lo que genera un vacío legal cuando se trata de productores profesionales.

"Muchos compañeros han tenido problemas para ir al huerto y llevar la mercancía a su tienda"

Las trabas a la circulación están llevando al límite también a muchos detallistas. "Entra poca gente en el Merca, y la semana que viene la cosa va a estar floja", señala Calle, ya que "muchos detallistas se plantean cerrar porque se lo están poniendo muy difícil para moverse" y aprovisionarse allí, que es su lugar habitual.

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Las trabas a la movilidad también afectan a la distribución de los trabajadores en los distintos tajos, lo que cierra el círculo de las dificultades sobrevenidas para poder seguir viviendo de la agricultura durante la pandemia. Eso, en un gremio que, en el caso de la huerta de Zaragoza, ha perdido al 95% de sus miembros en 25 años (quedan 27 de 600, "y no hay relevo") por la pérdida de tierras con la expansión de la ciudad durante la burbuja inmobiliaria y por los cambios que en ese periodo ha sufrido la cadena de distribución del sector agroalimentario, que ha llevado a la supremacía a unos supermercados que solo en contadas excepciones se abastecen de los hortelanos locales.

"Se está complicando mucho la cosa, se retrasa mucho a faena y, aunque hubo un repunte el primer fin de semana de confinamiento por la avalancha de gente en las tiendas, cada vez es más difícil vender. Comprendemos que tomen medidas, pero para nosotros son todo trabas", anota.

"Nos están pidiendo más"

Algunos agricultores de línea ecológica han tenido con el confinamiento un aumento de la demanda de cestas para el consumo semanal. "Nos están pidiendo más para servir a domicilio, casi todos son clientes que ya nos conocen", indica Vidal.

A Rafael Gutiérrez, de Zaragoza, se le ha disparado también la demanda de cestas, aunque, más que a una mayor concienciación de los consumidores, él lo achaca a la decisión de varias cadenas de supermercados de suspender el reparto a domicilio.

En cualquier caso, Gutiérrez lamenta que el cierre de la Muestra Agroecológica que todos los sábados se instalaba en la plaza del Pilar haya dejado prácticamente sin canal de distribución a 30 de sus 36 socios, cuyas explotaciones están alejadas de la capital.

Ese cierre generalizado de los mercados agroecológicos ha provocado las críticas de entidades como la Red Intervegas, una federación de grupos que trabajan por la soberanía alimentaria y de apoyo a la ecoagricultura. "Ahora más que nunca se ve la necesidad de apoyar la producción agraria local, por seguridad agroalimentaria", señala Carolina Yacamán, una de sus portavoces, que reclama la reapertura de los mercados.

"La demanda se estrangula mientras la oferta se pasa"

"No permitir que ofrezcamos los alimentos ecológicos deja en desprotección a los consumidores que acuden y valoran nuestros productos ecológicos de cercanía y afecta seriamente a las y los pequeños agricultores los que por su estructura productiva, adaptada a los mercados locales, perderán o malvenderán su producción", señala César de la Cruz, presidente de la Red Agroecológica de Granada, donde el cierre de los mercados afecta a una red de medio millar de productores, en la carta en la que pide el apoyo de la Junta de Andalucía para reabrirlos.

La situación comienza a ser crítica para muchos productores de proximidad, tanto de línea ecológica como de otras ramas

La situación comienza a ser crítica para muchos productores de proximidad, tanto de línea ecológica como de otras ramas. "Si dejas de ir al campo una semana, se echa a perder todo y has de labrarlo", indica Calle, que añade que "para coger ahora empezamos a sembrar en septiembre, y llevamos camino de que se pierda una parte importante de las cosechas".

Vidal, por su parte, ve en esta conjunción de circunstancias "una estafa a pequeña escala. Con esta situación se está aprovechando la gran distribución, y eso está perjudicando al pequeño comercio".

En la huerta murciana, por otro lado, comienzan a sufrir los efectos de la paralización del comercio internacional. "La exportación se está parando", explica Ramón Navia, agricultor de Cartagena, que lamenta cómo "se está estrangulando la demanda mientras la oferta está ahí, pasándose". El grueso del género de línea ecológica de esa comunidad se dirige a Alemania y los países escandinavos.

"Los animales comen todos los días"

Los ganaderos que trabajan lo que se conoce como el "canal corto", también de proximidad, se encuentran en una situación similar a la de los agricultores, aunque por otros motivos, ya que los mercados agroecológicos no suelen incluir la venta de carne.

"No tenemos una infraestructura como los grandes grupos para seguir produciendo", explica Felipe Molina, biólogo y ganadero que dirige una explotación familiar de 3.000 cabezas de cordero en Córdoba. "Estamos en economía de guerra, y la carne que la gente echa al carrito no es carne de calidad", señala.

"Más del 65% de la producción va a la exportación y a la restauración, que cerró la semana pasada. Las carnicerías funcionan, pero no es un producto de primera necesidad, y los mataderos han empezado a parar para ver qué pasa estos días", expone, describiendo una situación en la que a los ganaderos les ocurre algo similar a lo que les pasa a los agricultores: "Esto no es una fábrica que puedas parar. Hay que sacar al campo todos los días a los animales, que también consumen pienso".

La producción de carne de España, basada en un sistema industrial de macrogranjas en el que predominan el porcino y las aves y dirigido fundamentalmente a la exportación, triplica con creces la demanda interna. "No va a faltar carne, pero habrá que ver qué consecuencias tiene esto en el consumo, porque no todo el mundo tiene dinero para estar varias semanas en casa", anota Molina, al tiempo que confiesa que "a mí me dan más miedo ya las consecuencias económicas que las sanitarias, y soy biólogo".

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