Opinión · Puntadas sin hilo
Hoy es el Día Internacional de la Felicidad
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Coincidiendo con un eclipse solar que no volverá a ocurrir hasta 2026, y como si fueran a quedar a oscuras todas nuestras miserias, la ONU ha designado el 20 de marzo como Día Internacional de la Felicidad; lo que no dice el organismo es en qué consiste la felicidad. El hambre, la guerra, la codicia, el fanatismo, el odio racial, se oponen a tal celebración. El viejo Sartre decía que ‘nadie puede ser feliz mientras los demás no lo sean’, sin que le hayan hecho mucho caso. Jesucristo la situaba en el Otro Mundo, sin garantizar su existencia. La filosofía y las religiones ha fracasado. Plantearlo ni siquiera ha servido como consuelo. El mundo es injusto y cruel, pero menos que en tiempos anteriores. La búsqueda de la felicidad se torna inútil, pero necesaria. Lejos de los buenos sentimientos, cerca de la igualdad de oportunidades, a pesar de la apolillada Declaración Universal de Derechos Humanos.
En España hay millones de toneladas de infelicidades, pero en nuestra soberbia nacional decimos que somos felices. Renunciamos a la solidaridad conceptual y lo reducimos al machacado tópico de salud, dinero y amor. Incluso no nos ponemos de acuerdo en el orden de preferencia. Hasta hay quien dice que la felicidad consiste en la negación de sentimientos y emociones. Otros afirman que la felicidad consiste en ser honestos con nosotros mismos y con los demás. La felicidad es la ausencia de sufrimiento, creo que dijo Punset. O sea que no somos felices. O lo somos porque nos volvemos insensibles.
La felicidad es vivir, diría Samuel Beckett si lo hubiera dicho, esperando a Godot o a un sucedáneo. La felicidad reside en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, o mejor dicho en sus cinco miembros con derecho a veto. Hemos llegado a un punto en que la felicidad reside en no apretar el botón rojo de la destrucción nuclear. A un punto en que para ser felices nos basta simplemente en que alguien nos quiera. Tal vez la felicidad consiste en la ausencia de miedo. O sea, que el que es feliz es un necio. Menos mal que mañana es 21. Por eso yo creo que la felicidad es no resignarse.
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