Opinión · Una china en el zapato
El gotelé
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Lo más difícil es la sencillez, que se lo digan a los pintores: una pared lisa da mucho más trabajo que un gotelé, que de un brochazo esas gotas espesas dispersas al tun-tún esconden imperfecciones. También es mucho más sencillo añadir un rodapié que trabajar la juntura entre una pared y el suelo de manera armónica, por ejemplo. A menudo la simplicidad cuesta mucho más que el artificio.
Esto también pasa en la vida, no solo en la decoración de interiores. La mancha inoportuna se disimula mejor en un vestido profusamente estampado. Si envías un currículum con las cuatro cosas que sabes hacer suena pobre y desangelado; si lo inflas con medias verdades y adornos semi-ciertos ya es otra cosa.
Rubalcaba, cuya campaña a la presidencia se definió como “exenta de artificios”, sin embargo no hace más que mover las manos y ya estuvo enredando con conceptos de cúmulos tormentosos y metáforas aeronáuticas. Toda esa retórica de lo que “es necesario” ya llevamos casi un lustro escuchándola.
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Por su parte, Rajoy utiliza un silencio que imita a una pared lisa, aunque no lo es. Puede parecer igual de simple, pero su sencillez es un truco. El truco que utiliza el aviador de El principito, la novela de Saint-Exupéry, cuando el niño le pide que le dibuje un cordero. El hombre pinta una sencilla caja para que el pequeño se imagine el animal adentro, con el tamaño, el color y todos los detalles a su gusto. A eso parece responder el silencio de Rajoy: poned vosotros las palabras que más os convenga a cada uno.
Hay tiempos más propicios para los artificios y las divagaciones, y tiempos que sin embargo se reducen al esqueleto de las cosas, a su esencia más básica. Ahora la crisis financiera lleva a algunos a grandilocuentes peroratas sobre derechos del capital, beneficios a largo plazo, sostenibilidad del sistema y libertades de guante blanco, sin embargo es ahora cuando están en cuestión cosas tan simples como la educación y la sanidad públicas, o sencillamente el problema de millones de personas que no tienen un medio de ganarse la vida. Las desigualdades sociales en aumento y la necesidad de encontrar el modo de corregirlas es un asunto tan antiguo como la historia de la humanidad. Debe ser que solucionar lo sencillo resulta al final lo más complicado.
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