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Opinión · Dominio público

'Pandora' y el voto bueno de Vargas Llosa

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Vargas Llosa y Casado en la Convención PP Sept21 EP

Lo peor de los papeles de Pandora, como en los de Panamá u otras informaciones similares, es siempre la aparición de políticos o cargos institucionales. En los que hemos conocido este domingo, no damos abasto con tanto mandatario y exmandatario, la mayoría de América Latina, pero también alguno europeo y, entre ellos, la sombra siempre alargada de Juan Carlos I, aunque sea a través de su examante Corinna Larsen: parece que allá donde existan chanchullos fiscales, está nuestro emérito dándose un festín.

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Vaya por delante el inciso de que en la lista de usuarios de paraísos fiscales que ayer se publicaron en El País y otros medios, la mayoría de hombres es abrumadora, particularmente, en el lado institucional y/o político. Por supuesto, siempre he reivindicado el derecho de las mujeres a ser tan malas, corruptas, ineptas o ambiciosas como ellos y en igualdad de condiciones, pero esto viene a demostrar, una vez más, que el poder global sigue siendo masculino.

Desconozco cómo será la reacción de la opinión pública -que no está toda en las redes sociales, ni mucho menos- ante semejante demostración de maltrato a los países propios por parte de quienes los gobiernan o los han gobernado: cada país tiene sus leyes y cada sociedad reacciona como puede ante semejante alarde de egoísmo y deshonestidad por parte de los políticos. Y no me vengan con que tener cuentas en un paraíso fiscal es legal si tienes informada a Hacienda porque ese término, "paraíso fiscal", no es aleatorio, sino que significa lo que significa: el lugar donde se pagan menos impuestos o no se paga ninguno. Llevar tu patrimonio a un paraíso fiscal es hurtar dinero al erario de tu país y no hay más vueltas que darle, seas político o no, aunque en el primer caso resulte fuera de toda ética y debiera suponer la expulsión inmediata del cargo público, si lo hubiere, o la retirada de la pensión y cualquier honor públicos que se tuvieran.

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Son tres los jefes de Estado latinoamericanos en activo que aparecen en los papeles de Pandora y que han sido empresarios de éxito y millones y que tienen en común haber sido empresarios acaudalados: el de Chile, Sebastián Piñera; el de Ecuador, Guillermo Lasso, y el de República Dominicana, Luis Abinader. Además, en las informaciones surgen expresidentes como los de Colombia César Gaviria y Andrés Pastrana (éste que estuvo de invitado estelar en la Convención del PP); el de Perú, Pedro Pablo Kuczynski; el de Honduras Porfirio Lobo; el de Paraguay, Horacio Cartes, o los de Panamá, Juan Carlos Varela, Ricardo Martinelli y Ernesto Pérez Balladares. La mayoría de ellos son de derechas. Hombres de derechas con excelentes relaciones con EE.UU. y a los que seguramente, de ostentar todas esas nacionalidades, les habría votado Mario Vargas Llosa.

Los españoles, en este sentido, también tenemos nuestra cruz y es cierto que no estamos para dar lecciones a nadie. En España mantenemos a un monarca que conserva su título de rey, que es defendido en tribunas institucionales como el hacedor de la imperfecta democracia española y que vive huido en Emiratos Árabes, pero que podría venir a España cuando quisiera si no le diera vergüenza hasta a su hijo Felipe VI, cuyo conocimiento de la fortuna ilícita de Juan Carlos I está tan ampliamente demostrado como el dinero de su padre disfrutado.

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Votar bien no es votar lo que al ínclito Vargas Llosa le parece correcto y que seguramente, vendrían siendo la mayoría de estos señores de los papeles de Pandora, que prefieren no pagar impuestos en sus países -muchos con unas tasas de desigualdad y pobreza alarmantes- y ahorrárselos fuera para engordar sus fortunas. Votar bien es votar con todas las garantías de transparencia e información sobre los y las candidatas a los cargos públicos, así como de sus intenciones programáticas. Si aun conociendo todo esto, les votas, no es que votes mal: es que o eres de los suyos o tienes un problema. Y eso pasa, ya lo creo que pasa.

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