Opinión · El tablero global
Renacimiento progresista en Francia
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En las elecciones europeas pareció que los votantes se habían rendido a la derecha, pese al fracaso del neoliberalismo financiero, y que la izquierda –condenada a repetir las fallidas recetas conservadoras– no lograría levantar cabeza ni durante la peor crisis económica provocada por la desenfrenada codicia capitalista. Impresión reforzada con la victoria de la alianza democristiana-liberal en Alemania.
Pero las regionales francesas nos han demostrado que esa conclusión fue precipitada. El Partido Socialista de Martine Aubry ha arrasado a la derecha sarkozyana, con lo que no sólo ha ganado el sentido común y la solidez de un programa (tras el fracaso de operaciones de imagen al estilo Ségolène) sino que también se confirma un renacimiento de las fuerzas progresistas en la distancia corta de la política local.
Los resultados de esa primera vuelta indican que los franceses no se han guiado en estos comicios por las campañas de los líderes políticos nacionales, sino por los proyectos y logros concretos de la gestión administrativa regional. De ese juicio en las urnas no sólo ha salido un arrollador triunfo socialista –en un país donde el PS no ha ganado unas presidenciales desde 1988, ni el poder ejecutivo desde 1997– sino que también se ha reafirmado la validez de una labor política responsable y de servicio público.
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La excepción se ha producido en Languedoc-Rosellón, donde el barón socialista Georges Frêche va directo a una nueva victoria en la segunda vuelta, a pesar de haber sido desautorizado por Aubry a causa de su demagogia populista y sus diatribas racistas y autoritarias. La líder del PS designó a otro candidato, pero ni siquiera el prestigio de la ex ministra de Trabajo que impuso la semana laboral de 35 horas ha podido contrarrestar el tirón chauvinista de Frêche.
La consecuencia, en Languedoc-Rosellón, ha sido que ninguna de las formaciones progresistas (ni el PS oficial, ni Europa Ecología, ni el Frente de Izquierdas) han logrado pasar a la segunda vuelta. En cambio, los tres populismos caudillistas (el frêchismo, la UMP sarkozyana y los ultras de Le Pen) estarán en las papeletas el próximo domingo.
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Eso debería ponernos en guardia frente al cáncer xenófobo que ataca a un electorado acuciado por la amenaza del paro.
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