Opinión · Tierra de nadie
Bárcenas y el papel higiénico
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Anda la gente haciendo bromas con la escasez de papel higiénico en Atenas a cuenta de la victoria de Syriza y resulta que el desabastecimiento se ha producido en el PP, donde a su cúpula se la ve muy descompuesta por cada declaración pública de Luis Bárcenas, que ha aprendido modales en la cárcel y está amabilísimo con los periodistas que le preguntan. Luis está sembrado y hasta se ha mostrado muy preocupado por la corrupción en España, que, según ha explicado, es insoportable.
Entre alguna verdad incontestable, como su constatación de que en el PP no falta piel sino cerebro --algo que Carlos Floriano debería encajar con deportividad--, Bárcenas ha lanzado una bomba atómica a los pies de Rajoy acerca de su conocimiento de la contabilidad B y de los supuestos sobres de dinero negro de los que era receptor tanto en el partido como en sus distintos despachos ministeriales.
Según esta último, Rajoy tendría una responsabilidad directa y personal ya que habría vulnerado la ley 12/1995 de incompatibilidades de los miembros del Gobierno que en su artículo 3 impedía a un ministro recibir cualquier otra remuneración distinta a su sueldo, así como la de regulación de los conflictos de intereses de los miembros del Gobierno, vigente desde 2006, cuyo artículo 5 establece que los altos cargos “ejercerán sus funciones con dedicación exclusiva y no podrán compatibilizar su actividad con el desempeño, por sí, o mediante sustitución o apoderamiento, de cualquier otro puesto, cargo, representación, profesión o actividad, sean de carácter público o privado, por cuenta propia o ajena, y, asimismo, tampoco podrán percibir cualquier otra remuneración con cargo a los presupuestos de las Administraciones públicas o entidades vinculadas o dependientes de ellas, ni cualquier otra percepción que directa o indirectamente provenga de una actividad privada”.
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Parece insólito que a estas alturas y aun en calidad de testigo Rajoy no haya sido llamado a declarar, más si cabe después de que el juez aceptara la tesis de Ángel Acebes de que el secretario general del PP carecía de competencias sobre el tesorero porque éste dependía del Comité Ejecutivo del partido, cuyo presidente era y es Rajoy. Mantener que el señor del dinero era un ente libre que hacía y deshacía sin dar cuentas a nadie es una tesis bastante rocambolesca.
Es cierto que, al menos por ahora, Bárcenas no ha podido demostrar que durante 15 años tanto él como su antecesor Álvaro Lapuerta entregaron sobres con dinero de la caja B a la dirección del PP, ya fuera en la sede o en los ministerios que ocupaban. Y que al no existir recibís de esas entregas, los aludidos –desde Rajoy a Rato, pasando por Arenas, Acebes, Cascos, Mayor Oreja o Cospedal– han podido negar los hechos. Eso sí, todos salvo Rajoy han tenido que desfilar por el juzgado para dar explicaciones.
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A falta de saber si la manta de Bárcenas es zamorana o de Palencia, cada tironcito que ha dado al paño no ha hecho sino aumentar la venganza de Moctezuma entre los populares y de ahí el desabastecimiento de Scotex ya comentado. De confirmarse que Luis hizo honor a su apodo y tiene grabaciones comprometedoras de Rajoy y de Arenas, la cosa irá a peor, incluso con dieta blanda.
De las acometidas no se ha librado tampoco Esperanza Aguirre, a la que Bárcenas se refirió como “presunta delincuente” por sus apaños en el PP de Madrid. Lo de “presunta” no deja de tener su aquel. Quizás el extesorero teme que Aguirre le denuncie y conociendo la mano de la expresidenta madrileña en los tribunales tenga que indemnizarla.
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Para aclarar el panorama, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, dio hace unos días la explicación definitiva. Según dijo, la contabilidad B del PP, acreditada por la Fiscalía y hasta por la Abogacía del Estado, no existe. Es más, el partido sería el perjudicado ya que Bárcenas se habría quedado con su dinero. Ello implicaría aceptar que los millones de euros que el extesorero tenía en Suiza son, en realidad, del PP y que, forzosamente, habrían tenido que desaparecer de la contabilidad A sin que nadie reparase en ello y sin que haya mediado denuncia alguna por apropiación indebida. Tampoco sería piel lo que le falta a este ministro.
Tal es la dimensión de la cloaca que, de no estar el líder de la oposición en una situación de mírame y no me toques, lo normal sería que el PSOE presentara para perderla una moción de censura contra el Gobierno, iniciativa que, sorprendentemente, no ha estado encima de la mesa de los socialistas ni ahora ni en los tiempos de Rubalcaba. Lo exige la higiene democrática, eso que lleva años persiguiendo al PP sin éxito porque ellos corren más.
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