Opinión · El ojo y la lupa
Nueva York XXXL
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Aunque se rechace el injusto modelo social norteamericano, es difícil no incorporar a la mochila cultural personajes, actitudes, episodios, idiosincrasias y paisajes urbanos neoyorquinos que emanan tanto de películas de Woody Allen, Oliver Stone o Martín Scorsese como de libros imprescindibles: ‘El guardián entre el centeno’ ‘Trilogía de Nueva York’, ‘El hombre invisible’, ‘Washington Square’, ‘Manhattan Transfer’… Hay mucho donde elegir como aperitivo a un viaje a Gotham City. El tocho de más de 900 páginas (‘Nueva York’, Rocaeditorial) de Edward Rutherfurd, especialista en ‘best sellers’ históricos tamaño XXXL no aspira al mismo cuadro de honor que Salinger, Auster, Ellison, James o Dos Passos, pero al menos acerca al gran público la historia de la capital global.
Rutherfurd, con paciencia de artesano, busca el secreto que hace que la ciudad, con sus virtudes y sus lacras, sus excesos y su laberíntica mezcla étnica, seduzca incluso a quienes la desenmascaran como símbolo de la prepotencia del imperio o desean verla reducida a cenizas. Lástima que la factura de ‘Nueva York’ sea tan convencional y acrítica, tan ‘para todos los públicos’, como las obras de la misma factoría unipersonal dedicadas a Londres, Irlanda y Rusia, contadas con mismo estilo directo y descriptivo al servicio de una previsible reconstrucción histórica a través de una saga familiar. Con este molde, la conclusión era obligada: no hay nada en el mundo como la Gran Manzana.
La novela arranca en 1664, en la etapa holandesa de lo que entonces se llamaba nueva Amsterdam, poco más que una aldea junto a un fuerte en la punta sur de la isla de Manhattan, fruto de una estafa disfrazada de compra a los indios, nutrida de colonos huidos de la intolerancia religiosa en Europa. Los personajes de esa primera época tienen mayor peso específico, como si el autor, al ver tan lejano el fin de su empeño, se permitiese aún el lujo de demorarse en el trazo.
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Ese impulso se va perdiendo. Pronto se nota la prisa por cubrir etapas, aunque sea de pasada: la revolución independentista, los disturbios entre irlandeses y ‘nativos’ y los causados por el reclutamiento obligatorio durante la Guerra de Secesión (que Scorsese ilustra en ‘Gangs of New York’), el ‘crash’ de 1929, la construcción del Empire State, la época negra de la bancarrota y la criminalidad incontrolable, el ascenso social de la aristocracia del dinero, el desmadre de la burbuja tecnológica e inversora, la adoración al becerro de oro materialista y, cómo no, el 11-S.
Tal vez el libro desentone algo en esta columna, pero una Big Mac al año no hace daño.
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