Opinión · Tiempo real
Crítico de Provincias
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El Crítico de Provincias llega tarde a la cita de las 11 de la mañana, saluda, se sienta, pide que le prestemos los diarios y se pone a leer. Intercambio de miradas entre Autor y Editor hasta que este se atreve y pregunta: “¿Piensa usted entrevistar al Autor?”. “Sí, claro, pero esperemos a que lleguen los demás”, responde el Crítico de Provincias sin alzar los ojos del periódico. “¿Quiénes?…”. “Bueno, el catedrático, el decano, en fin…”. “La presentación es por la tarde. Ahora la cita era sólo con usted…”. “¿Por la tarde?”, exclama decepcionado el Crítico de Provincias, quien pliega el periódico, extrae una libreta de apuntes de un bolsillo, un bolígrafo de otro y, antes de empezar, alarga la mano diciendo “Permiso” y coge el ejemplar de la Obra del Autor que yace sobre la mesa. Sin alzar los ojos, pesados de sueño, quizás de resaca a esa intempestiva hora meridiana, mira la cubierta, lee las solapas, busca el sumario y finalmente, como bostezando, pronuncia la frase fatal:
“Bueno, hábleme de su libro”, y boli y libreta en mano se dispone a coger al dictado lo que podría ser su artículo para la edición del día siguiente.
La paciencia de los autores supera de lejos a la de los editores: el primero se arma de coraje y tartamudea una frase muy general, mientras el segundo se levanta, entra en el bar y pide un JB. También es cierto que el segundo tiene en el bolsillo la correspondencia por fax con el Director del periódico en el que escribe el Crítico de Provincias, correspondencia que demuestra no sólo que se había convenido la entrevista para las 11 de la mañana y que se le había mandado la Obra, sino que se le habían mandado dos ejemplares de la Obra, unos para el Crítico. Pero el Crítico de Provincias había estado de juerga la víspera hasta las 4 de la mañana (así lo explicará al marcharse para justificar no su retraso sino el catarro que lo aquejaba) y, claro, no había tenido tiempo de leer la Obra.
Esta anécdota no es inventada. Tampoco es singular, y el Editor suele citar con una carcajada a otro Crítico, este no de Provincias sino de la Capital, que usó una frase fatal más payasesca. Le dijo al Autor: “Como usted comprenderá, no he leído su Obra, de manera que dígame de qué va, si no le importa…”. Son pocos los Autores que se atreven a responder, como deberían con todo derecho: “Queda usted suspendido. Lea y vuelva a presentarse en la próxima sesión”. No conozco un Editor que se atreva a responder, como debería con todo derecho: “Váyase usted a la mierda”.
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