Opinión · La trama mediática
El comodín Eguiguren
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A falta de visitas evangelizadoras, Diestralandia tira del comodín del público, que gracias en buena parte a Jordi Évole, se llama Jesús Eguiguren. Lo bueno es que se le puede atizar por una cosa o por la contraria. Así, sostiene en La Razón José Antonio Vera que “Eguiguren no va por libre. Cuando actúa o habla representa a los socialistas. Zapatero y Rubalcaba no sólo lo saben, sino que además lo fomentan”. En la columnita de enfrente, sin embargo, Cefas sostiene la teoría del mindundi con ganas de lío: “El PSE tiene un secretario general sensato, Patxi López, y un personaje desquiciado y atrabiliario en su presidencia, Jesús Eguiguren. Es una lástima. Estamos ante un sujeto siniestro que sólo enreda y busca notoriedad”.
En El Mundo, Isabel San Sebastián se sube a la misma ola. “Con G de GAL y Eguiguren” es el título de su perorata, blasonada de grandes frases como estas: “Y es que los socialistas no creen ni han creído jamás en la derrota incondicional de ETA ni, a juzgar por algunos actos y declaraciones, tampoco en la decencia”. Le podría aplicar la última porción del cuento a Alfonso Rojo, que desde ABC se suma elevando el mentón con orgullo a los justicieros del Universo. De propina, nos quiere enrolar a los demás: “¿Habría usted dado la orden de matar a los malvados? No conteste. Se lo digo yo, antes de que se ponga a mentir como un bellaco o a inventar excusas: daría la orden de convertirlos en fosfatina”.
Aquellas madres de antes
Su vecino de tintas en el vetusto diario, Hermann Tertsch, que ya transitó ese barrizal, anda ocupado en sus lamentos de costumbre: “España ya solo cuenta como fuente de preocupación e inseguridad económica. Solo nos tienen ya en cuenta esos regímenes dictatoriales o autoritarios que por afinidades ideológicas este Gobierno ha apoyado y financiado. No para agradecerlo. Para pagarnos con insultos, desplantes y desprecio”. Apenas ha escrito lo mismo unas setenta veces en el último año.
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Cada uno, a sus cuitas. La penúltima que reconcome a César Vidal es la desaparición de aquellas mujeres que no abandonaban la cocina y la costura. Y tal cual lo lloraba en La Razón: “Ahora esas madres han dejado de existir o porque las mujeres ya no tienen hijos o porque, como no están nunca en casa, poseídas por la culpa siquiera de manera inconsciente, cubren de regalos inmerecidos y caprichos absurdos a unas criaturas cada vez peor educadas”. Un pensamiento muy moderno.
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